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Se cumplieron 20 años de la toma del corregimiento de Arboleda, Pensilvania, en el nororiente de Caldas. Para muchos regresó a la mente aquel momento terrible de la historia del conflicto armado en nuestro territorio, en el que perdieron la vida 17 personas, entre ellas 13 policías, a los cuales este domingo se les rendirá un homenaje especial en el Comando de la Policía Caldas.
El despiadado ataque de, por lo menos, 300 guerrilleros de los frentes 9 y 47 de las Farc, que durante 27 horas mantuvo secuestrado a todo el pueblo, es un episodio que ilustra de manera clara las razones por las cuales Colombia debe esforzarse en dejar atrás la guerra, para avanzar en la construcción de una paz verdadera, en la que los derechos humanos y las libertades sean respetados por todos.
Los pobladores de Arboleda se resisten hoy a olvidar aquella amarga situación, que incluso todavía deja un policía desaparecido, el cabo segundo Luis Fernando Ramírez Castro, una persona de la que en aquel momento se le perdió el rastro y aún no hay certeza de lo que le ocurrió. Además de la violenta incursión de los subversivos, muchos pobladores se siguen lamentando por la lenta reacción que en ese caso tuvo el Gobierno Nacional, que solo arribó con sus tropas al corregimiento cuando ya los violentos habían hecho lo que quisieron y no había manera de perseguir con éxito a los responsables de estos crímenes.
Sin embargo, el mejor ejemplo de lo que en realidad debe hacerse en fechas como esta nos lo entregan los estudiantes de la institución educativa Pablo VI, de ese poblado, que sin olvidar a las víctimas se concentraron en mirar hacia adelante, en ver las maneras de construir un mejor futuro, en reflexionar acerca de la necesidad de que nunca más aparezcan episodios tan lamentables. Las cartografías acerca de su pasado, en las que se aprecian las marcas que la violencia dejó en sus hogares y lo que tienen en mente para el futuro, es una sana manera de conmemorar el brutal ataque.
Lo que se busca ahora, de manera muy sensata, es que los niños y jóvenes resignifiquen lo ocurrido, conscientes de que sus antepasados sufrieron, pero seguros también de que la mejor manera de compensar ese dolor es haciendo una historia nueva, en la que los logros individuales y familiares sean generadores de satisfacciones y alegrías. Hoy todos los caldenses tenemos el desafío de luchar para evitar que vuelvan momentos aciagos como los vividos a finales de los 90 del siglo pasado y la primera década de este siglo.

La imagen de Arboleda semidestruido, pero sobre todo el empeño de los actuales pobladores para dejar atrás ese dolor y salir adelante, tiene que servirnos de inspiración a todos para construir una mejor Colombia, sin odios, con el objetivo indeclinable de tener un porvenir claro para las nuevas generaciones, en el que sea posible ver la guerra como algo que no debe volver jamás.