Sin importar qué pase en Arizona, Georgia y Carolina del Norte, ya el demócrata Joe Biden alcanzó el número de sillas suficientes en el Colegio Electoral y se convirtió en el ganador indiscutible de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos. De 270 necesarias, después de los escrutinios en Pensilvania dados a conocer ayer al mediodía, el nuevo presidente tiene ya 279 y podría reunir incluso más apenas se tenga el conteo del 100% de los votos.
Además de que regresan los demócratas a la Casa Blanca, tras un polémico mandato de 4 años del republicano Donald Trump, es la primera vez que una mujer es elegida vicepresidenta en ese país, a lo que hay que añadir su procedencia afroamericana. Con Biden y Kamala Harris en la Casa Blanca van a ser profundos los cambios que la gran potencia mundial tendrá en los próximos meses y años, y nada volverá a ser como es en ese país y en el mundo desde el 20 de enero del 2017.
Lo fundamental es que, como lo dijo Biden en su discurso del viernes, cuando aún era cauto en cuanto al seguro triunfo que lograría en las urnas, el nuevo presidente logre la unidad de un país que hoy tiene en serio riesgo la democracia, por cuenta de la polarización a la que condujo el polémico mandato de Trump. De hecho, los estadounidenses y el mundo volvieron a escuchar a un líder que parece comprometido con escuchar no solo a quienes le acompañaron en la reñida elección, sino incluso a quienes votaron en su contra, imbuidos por un discurso racista, xenófobo y discriminatorio.
Trump, como lo viene insistiendo, seguramente seguirá con su teoría, sin pruebas, de que hubo fraude, de que los demócratas le robaron la victoria, y de que buscará quedarse en un poder que considera suyo, pero en un país con tradición de respeto a la democracia su peligrosa posición terminará quedándose sola, y ni el propio Partido Republicano podrá tolerar tanta insensatez. Siempre, desde George Washington (1789-1797), todos los presidentes estadounidenses han cedido el poder al ganador de las elecciones sin resistencia. Su pataleta de mal perdedor tendrá que terminar, por mucho, el próximo 14 de diciembre, cuando el Colegio Electoral en pleno proclame a Biden como el nuevo presidente de los Estados Unidos.
Lo que el mundo espera es que el mandato de Biden corrija todo aquello que torció el gobierno de Trump, que el multilateralismo que es protector de la democracia en el mundo, vuelva a ser respetado, que más que la obsesión por la guerra se imponga la vocación por la paz, que se promueva el respeto por la diferencia, los derechos y las libertades, a cambio de las imposiciones discriminatorias que se impulsan hoy desde la Casa Blanca, y que se logre una mejor estrategia global para luchar contra el enorme desafío que nos plantea actualmente la pandemia de covid-19.
Colombia también está llamado a reflexionar acerca de la relación con el actual líder de ese país y ver la manera de encontrar mejores afinidades y caminos de entendimiento con el nuevo gobernante del país norteamericano.