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Si bien aún no son claras las circunstancias que habrían llevado a la muerte de un niño de 11 años en el barrio La Enea, de Manizales, se investiga si un posible caso de matoneo escolar habría llevado al deterioro de la salud del menor y su posterior fallecimiento. Sea cual sea la conclusión de este delicado asunto, es necesario reflexionar acerca de ese tipo de situaciones que, infortunadamente, son frecuentes en los establecimientos educativos, a veces con consecuencias muy infortunadas. En los colegios los profesores deben estar atentos a cualquier caso potencial de matoneo e intervenir a tiempo, y que los psicoorientadores actúen de manera oportuna y efectiva para evitar que las situaciones se puedan salir de control. Hay rutas claramente establecidas en los entornos escolares, las cuales también deben ser enseñadas a los padres de familia y a los mismos estudiantes, para que las reglas claras y la orientación adecuada garantice que la convivencia escolar sea óptima y edificante. Existe la Ley 1620 del 2013 para estos casos, pero no puede dejarse como un mero documento guía, sino que hay que ponerlo a actuar.
Si la vida de un niño se perdió en Manizales por esta causa tenemos que ser conscientes de la gravedad del hecho y actuar en consecuencia para evitar que puedan repetirse este tipo de situaciones. No se trata solo de buscar culpables para darles un castigo, sino más que nada de actuar para prevenir nuevos casos y tomar en cuenta que los posibles niños matoneadores también requieren ayuda profesional que les ayude a modificar sus conductas y bloquear la posibilidad de que causen males mayores en el futuro.
No es aceptable que desde la Secretaría de Educación de Manizales se afirme de manera tajante que estos son casos imposibles de prever, cuando debe ser prioridad de los directivos de las instituciones observar que la convivencia escolar se garantice. Si están fallando las medidas de prevención, lo que debe hacerse es corregir y buscar ser más efectivos en el monitoreo de las situaciones de posible matoneo, y no simplemente tratar de lavarse las manos.
Situaciones como esta también nos enseña que los padres de familia deben estar más atentos a lo que pasa con sus hijos, y generar la confianza suficiente que los desinhiba de contar lo que pasa con sus compañeros. Al mismo tiempo, tener un mayor contacto con el resto de la comunidad escolar puede ayudar a que se generen ambientes de autorregulación que no den campo a que las agresiones y la violencia puedan aparecer de ninguna manera. Ningún padre de familia debe validar las conductas de matoneo que puedan tener sus hijos contra otros, y por el contrario corregir debidamente tales comportamientos.

En la medida en que se avance en todos estos aspectos se podrán prevenir múltiples conflictos escolares y, sobre todo, formar ciudadanos respetuosos de los derechos de otros. Debemos entender que lo fundamental en una sociedad es lograr una sana convivencia, y esa solo se alcanza con el fomento de conductas que comprendan adecuadamente los deberes y los derechos que todos tenemos.