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El pasado viernes la nueva ministra de Relaciones Exteriores, Martha Lucía Ramírez, quien mantiene el cargo de vicepresidenta, comenzó en Estados Unidos su papel de llevar al mundo la imagen del país. Los temas principales en su agenda son la lucha contra la pandemia de covid-19 y la difícil crisis social y política que vive Colombia, sobre los cuales hablará con funcionarios federales, congresistas y representantes de organismo multilaterales. Los temas de equidad de género también harán parte de su primer viaje diplomático, que se extenderá hasta el 27 de mayo.

 Su prioridad es tratar de demostrar que en Colombia se respetan los derechos humanos, situación que no será sencilla, cuando desde el Partido Demócrata, al cual pertenece el presidente de ese país, Joe Biden, se han hecho tantas críticas a la manera como el gobierno de Iván Duque ha manejado la situación de orden público en medio de las protestas que comenzaron el pasado 28 de abril y que aún se mantienen en el país.

 Tampoco juegan a favor los antecedentes de apoyo velado a la reelección del republicano Donald Trump en las elecciones presidenciales del año pasado y el tono altisonante de la saliente canciller Claudia Blum en las Naciones Unidas, justamente al rechazar señalamientos en derechos humanos. Si bien se espera que, con su carácter y experiencia, la nueva jefe de la diplomacia colombiana mejore la imagen del país, su estreno con un artículo de prensa en el que culpa al proceso de paz con las Farc del agite social que vive Colombia, no parece ser la mejor plataforma para ese objetivo. Olvida que se llegó a ese pacto, en buena medida, gracias al apoyo de la comunidad internacional.

 Este lunes, la canciller Ramírez tendrá la oportunidad de empezar a enderezar el camino, cuando hable en el pleno de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Ese organismo está a la espera de que Colombia autorice su visita al país para verificar la situación de respeto a los derechos humanos, solicitada desde hace dos semanas. El primer paso para demostrar que la nuestra es una democracia respetuosa de esos principios básicos es que delegados de la CIDH lleguen al país lo más pronto posible.

 El viraje necesario en esa cartera también tiene que darse con relación a Venezuela. Sin dejar de considerar el régimen de Nicolás Maduro, como lo que es, una dictadura, la estrategia para buscar salidas democráticas en el vecino país debe dejar atrás el lenguaje pendenciero que ningún resultado positivo logró, para avanzar hacia un trabajo diplomático mejor articulado con la comunidad internacional, en el que pueda llegarse a conclusiones concretas como unas elecciones generales con plenas garantías para los opositores.

En un momento como el actual y ante la realidad de una crisis migratoria con fuerte impacto en Colombia, debe lograrse una diplomacia mínima, que se exprese en medidas conjuntas para tratar de resolver las dificultades de seguridad en la frontera y atender el creciente problema humanitario. Ya que el presidente interino Juan Gauidó, con el beneplácito de la Casa Blanca, está buscando diálogo con Maduro, sería una torpeza de Colombia mantener el mismo tono de confrontación.