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La salida de las tropas de los Estados Unidos de Afganistán, que estuvieron en ese país durante dos décadas, desembocó en que los talibanes (musulmanes radicales) se tomaran el poder en ese país asiático el pasado fin de semana y que ahora allí reine el caos. Con los talibanes en el poder, queda claro que estamos ante un estado que puede convertirse en patrocinador del terrorismo en el mundo, algo que amerita que la comunidad internacional reaccione, al menos, exigiendo que no haya venganzas y que se ejerza un tratamiento humano a todos los afganos, sin importar su género, religión o postura política.
Por lo pronto, es urgente que los civiles tengan la opción de salir del país con la ayuda de las superpotencias, proteger así sus vidas y el ejercicio libre de sus derechos. De hecho, este es el problema más preocupante, ya que los talibanes se caracterizan por irrespetar sin ambages los derechos de las mujeres y de los niños e imponer su fanatismo religioso en el manejo de la política, hasta límites insospechados, sin importar si eso significa el abuso.
Ahora bien, hay que entender que Afganistán, realmente, ha sido la presa de caza entre la antigua Unión Soviética (URSS) y los Estados Unidos, como parte de la llamada Guerra Fría. En ese país esa lucha, tras el fin de la URSS, se tradujo en décadas recientes en una aguda polarización política interna entre los comunistas y los derechistas que representan a los musulmanes radicales. Bajo esa realidad, los Estados Unidos apoyó en el pasado a la guerrilla talibana en su lucha contra los comunistas en el poder, y terminó alimentando a quienes se convirtieron luego en sus enemigos.
La retirada del ejército ruso en los 90, durante el gobierno de Mijail Gorvachov, permitió un respiro en esa disputa, pero luego otros elementos se sumaron a este conflicto, en el que más adelante apareció Osama Bin Laden, como gran enemigo de los Estados Unidos, con el ataque a las Torres Gemelas, conocido como el 11S. Así, en el gobierno de George W. Bush fueron las tropas estadounidenses las que coparon buena parte del territorio afgano, para evitar que los talibanes siguieran protegiendo a peligrosos terroristas.
Finalmente, el plan de retiro firmado por el expresidente Donald Trump terminó cumpliéndolo Biden, en medio de cuestionamientos que lo responsabilizan de dejar solos a los habitantes de ese país. Sin embargo, los pocos resultados de esa ocupación y el costo humano y económico para los Estados Unidos obligaban a un cambio de estrategia. El mandatario norteamericano argumenta, además, que el mismo gobierno afgano y los políticos afines no estaban convencidos de luchar por su propia estabilidad. La historia terminará juzgando alrededor de los errores cometidos no solo ahora, sino desde décadas pasadas.

Eestamos ante una circunstancia que amenaza la paz mundial, y frente a la cual hay que estar muy atentos. No puede permitirse que se instaure un régimen de terror allí, y menos aún que los talibanes traten de exportar cualquier conducta agresiva hacia el resto del mundo. En la medida de lo posible hay que acudir a la diplomacia para que haya mínimas garantías de convivencia pacífica y respeto por los derechos humanos.