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El informe del Grupo Intergubernamental de Expertos para el Cambio Climático (IPCC, por su sigla en inglés) es muy preocupante, aunque previsible. La calidad de “indudable” de su afirmación acerca de que este fenómeno tiene que ver directamente con la actividad humana tiene que llevarnos a reflexionar acerca de la urgente necesidad de cambiar todos aquellos comportamientos que han contribuido a que tengamos hoy el periodo más cálido del mundo en 2 mil años.

Es imposible no ver con alarma lo que ha ocurrido, de acuerdo con los expertos, que acompañados solo por criterios científicos verificables y medibles desde 1988, tienen evidencias suficientes para sus inquietantes afirmaciones. El hecho de que, según sus proyecciones, aún reduciendo las emisiones de gases efecto invernadero, los polos y los glaciares se seguirán derritiendo en las décadas que vienen, nos deberían llevar a determinaciones de choque que logren frenar las malas consecuencias.

Todo indica que, de manera irreversible, los océanos seguirán incrementando sus niveles, con lo que muchos centros urbanos en el mundo se verán seriamente perjudicados. Además, vimos hace dos años los devastadores incendios en la Amazonia, igual que en amplias regiones de Australia a comienzos del año pasado, y en este 2021 nos hemos sorprendido con las altas temperaturas en Canadá y Estados Unidos, las inundaciones en Alemania y en China, los incendios forestales en Grecia y ahora mismo con el calor excesivo en Italia. Nada de esto es por azar; los efectos del Cambio Climático se hacen patentes allí.

Es de tal rigurosidad y precisión el estudio elaborado por estos expertos, que pueden afirmar que la época que estamos pasando es similar al periodo más cálido de los últimos 100.000 años, ocurrido hace 6.500 (periodo Holoceno), con el agravante de que si ahora no se toman las medidas necesarias el panorama podría empeorar y retar a la humanidad de manera crítica acerca de sus condiciones básicas de vida. La posibilidad de un incremento de 2 grados en el 2060 o 2,7 grados en 2100 sería, inevitablemente, una catástrofe. Es urgente reaccionar.

Para estas autoridades climáticas es claro que cada grado de aumento en la temperatura supondría un 7% más de precipitaciones en el mundo, lo que se traduciría en más tormentas, inundaciones y otros desastres naturales. Todo esto como consecuencia de que cada año los humanos emitimos 40 miles de millones de toneladas de CO2 a la atmósfera. Hay que recuperar, lo más pronto posible, el Pacto de París.

La necesidad de tomar medidas es tan apremiante que aún alcanzando la neutralidad de carbono (emisiones netas cero) en el 2050, el aumento de temperatura sería de 1,5 grados en 2040, 1,6 grados en 2060 e incluso bajaría a 1,4 grados a final de siglo. Sin embargo, volver a los niveles considerados normales requería numerosas décadas.

La evidencia de que estamos ante una realidad innegable la tenemos en nuestro Parque Natural Nacional de Los Nevados, al cual hemos visto retroceder en su cobertura de nieve en las décadas recientes. Cada uno de nosotros puede ayudar a las soluciones urgentes que se necesitan, pero más que nada se requiere el compromiso de las grandes potencias.