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En Argentina, 4 de cada 10 personas están en la pobreza. Si tomamos en cuenta que la inflación está en 52,5% (en el acumulado de 12 meses), cada día aumenta en ese país la cifra de ciudadanos que no tienen alimento para llevar a la mesa. Es una dura realidad social que es reflejo de una equivocada política económica que no ha logrado que el sistema productivo se reactive, después de la etapa más dura de la pandemia de covid-19. Aunque el PIB crecerá este año 7,5% y el desempleo bajó al 9,6%, lo que parece positivo, no dejan de ser datos artificiales al cruzarlos con la realidad inflacionaria.
El pueblo argentino está viviendo la tragedia del encarecimiento permanente de los productos de primera necesidad, mientras que sus ingresos no mejoran. Eso llevó a que en las elecciones parlamentarias del domingo pasado los ciudadanos castigaran en las urnas a la fragmentada coalición de gobierno, el Frente de Todos, y que la oposición de Juntos por el Cambio avanzara más allá de lo previsto. Así las cosas, el desbarajuste económico del gobierno socialista de Alberto Fernández tiene su respuesta política en la pérdida de las mayorías en el Legislativo, lo cual complicará su gestión en lo que resta de su administración.
Una vez conocida la debacle política de Fernández y sus aliados, el presidente argentino no tuvo más remedio que anunciar la presentación de un proyecto al parlamento en la primera semana de diciembre con un nuevo plan económico, con la esperanza de lograr una refinanciación de la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Pese a la voluntad del mandatario, las calificadoras señalan que los riesgos de que la economía de ese país siga su camino de deterioro se mantendrá presentes, como ocurre desde hace ya varios años. Son numerosos los compromisos asumidos en el pasado y luego incumplidos, y frente a ello se mantiene la desconfianza.
Hay que recordar que está pendiente una negociación de Argentina con el FMI para reemplazar el llamado stand-by de 43 mil 300 millones de dólares asumido en el 2018 por el expresidente Mauricio Macri. Lo más grave para el país suramericano es que para el próximo año deberá pagar 19 mil millones de dólares y en el 2023 una cifra similar, por lo que urge un nuevo acuerdo con la entidad crediticia internacional, que le permita al país poder mejorar sus indicadores. El problema es que, pese a la voluntad que pueda tener el FMI de establecer nuevos plazos, la actual fórmula aplicada en lugar de apuntar a las soluciones parecen arrastrar a Argentina hacia un abismo más profundo.
El principal problema argentino es que gastan más de lo que tienen, y desde hace años están tratando de llenar ese bache con emisión monetaria y más deuda. Es claro el perverso resultado de imprimir más billetes sin el correspondiente soporte en el crecimiento económico del país. Esa fórmula, que en Colombia seduce a Petro, tiene como resultado más pobreza y menor crecimiento. Todo indica que mientras las decisiones económicas estén vinculadas al populismo cíclico que ha sufrido esa nación, los remedios estarán cada vez más lejanos.