Colombia fue nuevamente certificada por el Gobierno de los Estados Unidos en la lucha contra las drogas, lo que significa que las autoridades de nuestro país se acogieron a las directrices que en ese sentido se señalan desde la Casa Blanca. El presidente Iván Duque y los ministros Diego Molano (Defensa) y Wilson Ruiz (Justicia) celebraron el reconocimiento hecho por el presidente estadounidense, Joe Biden, quien destacó el trabajo de Colombia pero habló muy fuerte en contra de lo hecho por Venezuela y Bolivia en Suramérica.
Sin duda, es buena noticia que no haya descertificación, como infortunadamente ha ocurrido en el pasado, ya que al tener la “bendición” del presidente estadounidense se evitan sanciones y trabas en otros aspectos importantes y se puede recibir acompañamiento y apoyo en diversas materias. El logro operativo de las Fuerzas Militares colombianas se traduce en 1.524 toneladas de cocaína incautadas y 48.187 hectáreas de cultivos ilícitos erradicadas, pero la mala noticia es que el narcotráfico sigue campante, como lo ha estado desde hace cinco décadas sin que la actual estrategia haya logrado derrotarlo.
Bajo este marco, continuará la labor conjunta de los dos países para perseguir a los carteles de las drogas y tratar de controlar la expansión de los cultivos ilegales. No obstante, es poco lo que podemos esperar en el éxito en esa batalla si se mantienen los mismos procedimientos que han venido fracasando desde hace tanto tiempo. Inclusive si a la erradicación manual de matas de coca se le sumara el uso del glifosato muy probablemente los supuestos avances más rápidos en esa tarea no se verían compensados por los costos elevados de ese procedimiento y por las afectaciones ambientales y de salubridad en las zonas en que se aplique.
Además, no tiene mucha lógica insistir en la actual lucha antidrogas cuando en la mayor parte de los Estados Unidos se aprueban cada vez más los usos recreativos de sustancias como el cannabis, e incluso de otras drogas equivalentes o peores que la cocaína en sus efectos para la salud. Así mismo, hay usos medicinales y tradicionales de estos cultivos que sería absurdo tratar de erradicar, cuando un buen uso puede arrojar beneficios para la humanidad.
Es urgente dar un viraje y cambiar la estrategia hacia medidas regulatorias que también incidan en acabar con la altísima rentabilidad que tiene hoy el tráfico de drogas, precisamente por el enfoque prohibitivo que se tiene.
Pese a la certificación a Colombia, en su discurso Biden responsabilizó a México y Colombia, principalmente, de lo que llamó la “epidemia de sobredosis y adicción a las drogas en Estados Unidos”. La verdad es que, si en lugar de invertir tanto dinero en una guerra perdida se hiciera en prevención y tratamientos médicos a los adictos, no solo sería más barata esa lucha, sino también más efectiva. Lo que pasó con la etapa prohibitiva del whisky en los Estados Unidos hasta principios del siglo pasado y su posterior legalización ilustra bien lo que podría significar el cambio de enfoque.
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