A solo dos días de la primera vuelta presidencial, de la que saldrá el sucesor de Juan Manuel Santos, Colombia recibió el sí de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), y a partir del próximo 30 de mayo comenzará oficialmente a ser parte del que ha sido llamado el club de las buenas prácticas de gobierno, al que pertenecen los países más poderosos del mundo. Esta respuesta afirmativa es resultado de siete años de gestiones y compromisos para ingresar a una organización que podrá abrirle a nuestro país importantes puertas de cooperación y desarrollo económico y social. El nuestro es el país socio número 37 y el tercero de América Latina después de México y Chile.
La ceremonia del próximo miércoles en París marcará el comienzo de un camino hacia una mayor modernización y crecimiento en materia de educación, salud, creación de empleo formal, transparencia y lucha contra la corrupción, condiciones exigidas a los países que son admitidos después de pasar duros filtros y exámenes. El camino no fue fácil, ya que si bien en el 2013 ya 20 comités de la OCDE habían dado el visto bueno, consolidar dicha aspiración requirió que Colombia ejecutara exigentes reformas en materia fiscal y tributaria, por ejemplo. Además, hay todavía exigencias en materias laborales, comerciales y de derechos humanos que deben cumplirse para estar en ese organismo y sostenerse allí.
En esto hay que hacer un reconocimiento al gobierno del presidente Santos, quien nunca perdió la esperanza de lograr para Colombia esta respuesta positiva, que nos lleva a ser vistos por el resto del mundo de una manera muy distinta a como hemos sido calificados en el pasado. Su visión de buen gobierno obtiene su recompensa. Esto indica que hoy cumplimos con estándares de alto nivel en el ámbito de las leyes, las políticas y las prácticas en temas laborales, judiciales, de gobernanza corporativa en lo público y avances en términos ambientales. También significa que tendremos que seguir trabajando seriamente en todas estas materias para ser un país cada vez más moderno, orientado hacia el progreso social y económico.
Desde luego que no será fácil superar, por ejemplo, los graves problemas de informalidad laboral que se tienen, sobre todo en el ámbito rural. Habrá que avanzar, por fin, en modernizar el Estado y superar deficiencias cuyas soluciones se han aplazado por décadas, como alcanzar mayores niveles de equidad, elevar el poder adquisitivo de la gente y ejecutar políticas públicas que impacten favorablemente a los sectores más vulnerables de la sociedad, para hacerlos actores del desarrollo. Habrá que atornillar tuercas y apretarse el cinturón, pero es bueno que se mantenga el monitoreo de la OCDE y no dar más largas a reformas económicas y sociales que son necesarias para alcanzar una mayor calidad de vida para todos.
Esta buena noticia también es un mensaje excelente para los inversionistas, quienes llegarán a nuestro país con sus capitales en medio de un ambiente de mayor confianza en la estabilidad de la economía. Al terminar el gobierno de Santos este es un legado beneficioso que ojalá respete y fortalezca quien llegue el próximo 7 de agosto a ocupar la Casa de Nariño.
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