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Tener una economía con cero emisiones netas en el 2050 es la nueva meta que el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, le fijó a su país durante la Cumbre por el Cambio Climático realizada esta semana, de manera coincidente con el Día de la Tierra. Coherente con el regreso de ese país al Acuerdo de París, hace tres meses, el mandatario estadounidense asumió de nuevo el liderazgo del mundo en esa materia, algo muy necesario después de la estulticia cometida por su antecesor, Donald Trump, enemigo de la preocupación por el medioambiente.
 Ese empeño fue acompañado por Japón y Corea del Sur, y hasta Brasil, que anunciaron que recortarán sus emisiones para alcanzar la neutralidad climática en el 2050, igualando el compromiso de la Unión Europea (UE). La mejor noticia es que China y Rusia no han sido indiferentes a este objetivo global y se han manifestado a favor de avanzar en la misma dirección, aunque a un ritmo más lento. De India, que está entre los países más contaminantes, se esperan reacciones positivas. El primer paso, en lo que atañe a Estados Unidos, será recortar sus emisiones en un 50% para el 2030 respecto a los niveles del 2005.
 Colombia, aunque apenas representa el 0,6% de las emisiones de gases de efecto invernadero, también busca reducir esa contaminación en un 51% para el 2030 y alcanzar la neutralidad en el 2050. La propuesta del presidente Iván Duque de canjear deuda a cambio de la protección del clima es buena y ojalá sea escuchada, aunque no suena fácil dar ese paso. Como sea, nuestro país debe avanzar más rápido hacia un mayor uso de las energías renovables y el fortalecimiento de un aparato productivo más amigable con el medioambiente.
 Un punto fundamental, que es gran argumento para acelerar la marcha, es que un informe de la reaseguradora suiza Swiss Re advierte que la economía mundial caerá un 18% si no se toman acciones contra el cambio climático y las temperaturas globales suben 3,2 grados, como calculan los científicos. Tal situación generaría un mayor riesgo de recesión, con afectaciones graves para Asia y Latinoamérica, lo cual generaría una crisis económica y social de grandes proporciones.
 No podemos olvidar, como lo advirtió esta semana el secretario general de la ONU, António Guterres, que la década pasada fue la más calurosa de la historia, con niveles de gases de efecto invernadero nunca vistos. Eso ha llevado a un aumento de 1,2 grados, lo que nos acerca a lo que llamó “umbral de la catástrofe”, en el que tenemos “una actitud suicida”. Puntos clave a tener en cuenta son, por ejemplo, acabar con los subsidios a los combustibles fósiles, aumentar inversiones en energías renovables y promover la economía circular.

Se necesita que todos los compromisos se concreten de manera rápida, que no se queden en discursos impactantes, pero poco efectivos. Es fundamental que los países más contaminantes actúen como una gran coalición coordinada, hacia el gran objetivo de luchar en serio contra el cambio climático. Para la próxima Conferencia sobre el Clima en Glasgow, en noviembre, se espera que todo esté fluyendo de manera más rápida y que tome tal velocidad ese proceso que no haya reversa. Aún estamos a tiempo de reaccionar, pero muy cerca del precipicio; cualquier ambivalencia podría salir muy costosa.