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En su último discurso ante el Congreso de la República, al instalar la legislatura 2022-2026, el presidente Iván Duque aseguró que cumplió con su plan de gobierno y enfatizó en la frase: “Es con hechos, patriotismo y lealtad como he gobernado a Colombia”. Como respuesta, en medio de una corporación que ahora le es claramente opositora, el mandatario recibió silbidos, abucheos y arengas que lo llamaron “mentiroso”.
No termina bien el presidente Duque que, pese a que se esforzó por avanzar en diversos aspectos que prometió en campaña, se encontró con la pandemia de la covid-19, lo que contribuyó a que entregue ahora un país en crisis, que de todos modos está en mejores condiciones que otros de la región que afrontaron de manera menos acertada la emergencia sanitaria y que reciben, actualmente, de manera bastante complicada el embate de los problemas económicos globales. También debió ponerle el pecho a la desbandada migratoria desde Venezuela.
No hay duda de que la esencia del discurso del mandatario saliente es real, porque no puede dudarse de las buenas intenciones que tuvo Duque por sacar adelante a Colombia. No obstante, perdió tiempo tratando de acabar con la Justicia Especial para la Paz (JEP) y también se equivocó con la fallida reforma tributaria que desembocó en el llamado estallido social del año pasado y la salida del ministro Castilla, pero hay muchos otros aspectos en los que se dieron avances significativos que la historia podrá juzgar de mejor manera baja una óptima menos sesgada a la del momento.
Resultó vergonzoso lo vivido el pasado 20 de julio en el Capitolio Nacional, donde el desorden fue tal que el mismo discurso de la oposición quedó aplazado porque faltó sensatez en medio de una buena cantidad de los nuevos legisladores que se comportaron como en un mitin callejero. El gris espectáculo de la sede del Congreso se convirtió en un mal comienzo de la legislatura en la que ojalá se corrija este comportamiento y se discuta con responsabilidad y seriedad temas fundamentales para el futuro del país.
Como ya había pasado en anteriores ocasiones, el presidente Duque salió del recinto apenas terminó su intervención, lo que en el pasado también le granjeó críticas durante su cuatrienio. Para bien de la democracia, ojalá el nuevo mandatario tenga una actitud distinta y se quede siempre para escuchar el discurso de sus opositores, y tomar en cuenta los reparos que se le hagan para mejorar su gestión frente al Ejecutivo.
En el caso de Caldas, debe reconocerse que el presidente Duque se esmeró en sacar adelante el macroproyecto de Aerocafé, sin duda una vital para el departamento que, infortunadamente se encuentra ahora enredada por culpa de un contratista irresponsable. La viabilidad técnica y la garantía de recursos nacionales asignados deben conducir a que se concrete más temprano que tarde, para bien del desarrollo regional y del país. Se mantiene la esperanza de que el gobierno del presidente Petro también aporte el empujón final para que el proyecto se vuelva realidad.