Los estadounidenses votarán hoy en las elecciones más polarizadas de la historia reciente en ese país. Tendrán que escoger entre las propuestas alarmistas y conflictivas del actual presidente, Donald Trump, quien aspira a cuatro años más, y las del exvicepresidente Joe Biden, quien con un reposado temperamento promete un cambio de rumbo con una mayor apertura democrática. Los republicanos de Trump y los demócratas de Biden no solo se juegan el futuro de ese país, sino el del mundo.
La incertidumbre es total, pese a que todas las encuestas señalan como favorito a Biden. Hace 4 años las encuestas también daban el triunfo a Hillary Clinton, quien efectivamente ganó el voto popular, pero no en los llamados caucus a los que da preponderancia el sistema electoral de EE.UU. Esta vez, aunque la ventaja de Biden sobre Trump es más amplia, podría repetirse ese escenario, que confirmaría la necesidad de reformas al sistema electoral para hacerlo más equilibrado.
La suerte está echada y Trump actúa como una fiera que no quiere soltar su presa y parece dispuesto a todo con tal de no irse del gobierno. Eso es lo que hace tan complicado el panorama de estas elecciones, que podrían llevar al país más poderoso del mundo a una situación inusitada. Los votos en el estado de Florida son fundamentales para inclinar la balanza, y por eso la “colombianización” del debate electoral allí, donde el concepto del “castrochavismo” busca ganar fuerza al equipararse al concepto de socialista que usa Trump contra Biden.
El huésped de la Casa Blanca acapara el 40% de los votos, que corresponden a quienes no les importa lo que diga o haga su líder siempre serán fieles a él. Biden, más que seguidores, tiene a su favor a todos aquellos que no quisieran ver a Trump cuatro años más al frente del país. La franja de indecisos es amplia, aunque esta vez más angosta que en el 2016, por lo que las posibilidades del líder demócrata parecen mayores, pero nada está seguro hasta que se cierren las votaciones.
Para América Latina y Colombia esta no es una elección cualquiera, sino que se pone en juego gran parte del futuro de la región. El hecho de que el gobierno del presidente Iván Duque se haya alejado de los demócratas e hipotecado a los republicanos, en lugar de mantener el equilibrio bipartidista tradicional, puede complicar la relación bilateral si Biden gana; lo que sí es seguro es que en lugar de una agenda exclusivamente marcada por el narcotráfico, volverían a tener importancia entre los dos países los asuntos socioeconómicos, los derechos humanos y el acuerdo de paz.
Desde una perspectiva mundial, la victoria de Biden haría que regrese el respeto al multilateralismo, la amistad con Europa y que se distensione el conflicto con China, entre otros. Ojalá que, si gana el demócrata, haya una transición pacífica del poder y no la guerra que Trump ha prometido si es derrotado. Si gana el actual mandatario, quien sin la presión de la reelección podrá profundizar su carácter ambivalente y explosivo, tendremos que prepararnos para toda clase de sorpresas, muchas de ellas desagradables.