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El atentado del jueves en el aeropuerto de Kabul, en el que habrían muerto unas 170 personas y dejado heridas a otras 150, confirman que la situación en Afganistán es más compleja de lo prevista tras la llegada al poder de los talibanes, quienes siendo musulmanes radicales terminan siendo muy moderados al lado de grupos terroristas como los autores de esta masacre. La salida precipitada de los marines estadounidenses y de la OTAN, y la rápida caída del gobierno afgano tras el avance talibán no deja espacio para el optimismo.

Lo peor es que los servicios de inteligencia norteamericanos habían advertido que algo así podría ocurrir, por lo que el ataque no puede calificarse como sorpresivo. Lo evidente es que sus autores, los yihadistas del Estado Islámico de Jorasán (con cerca de 2 mil miembros en ese país), querían darles un duro golpe a los Estados Unidos y a los talibanes (que perdieron a 28 de sus hombres en el ataque), y lo lograron. Más graves aún es que Al Qaeda es otro enemigo de cuidado, que buscará cualquier descuido para poner su marca.

Tras la retirada de las tropas occidentales, cuyo límite se cumple este 31 de agosto, la posibilidad de que los grupos terroristas ejecuten más acciones suicidas es real. El resultado inicial de este ataque es que 13 soldados de los Estados Unidos, así como dos británicos y el hijo de otro perdieron la vida, lo cual ya tiene consecuencias internas en los países respectivos, lo que debilita de manera seria al demócrata Joe Biden y al conservador Boris Jhonson, respectivamente.

Sin embargo, es todo Occidente el que está en riesgo en estos momentos, ya que los yihadistas envalentonados podrían intentar nuevos atentados no solo en Kabul, sino en cualquier lugar del mundo. No podemos olvidar la racha de terroristas suicidas que, hace unos años, asesinaron a decenas de personas en Europa en numerosos ataques. Menos puede olvidarse el hecho que desencadenó la ocupación estadounidense en Afganistán, el ataque a las Torres Gemelas hace ya 20 años.

Tras el atentado del jueves, Biden aseguró que los autores serán perseguidos hasta lograr que paguen por su crimen. Eso podría suponer que, pese al propósito de retirarse de manera definitiva de esa zona del mundo, donde innegablemente se perdieron dos décadas sin poder erradicar el terrorismo, tenga que revisarse. Lo cierto es que la comunidad internacional no puede quedarse con los brazos cruzados y ahora se debe garantizar que grupos más radicales no tomen nueva fuerza. Inclusive, no se puede descartar el trabajo con los talibanes para alcanzar una estabilidad en Afganistán.

El mundo no puede permitirse más baños de sangre en el que mueran inocentes. Estamos, sin duda, ante una amenaza global y eso exige que haya una muy clara coordinación entre las potencias de Occidente para fortalecer la inteligencia y actuar de manera preventiva con mayor éxito frente a este desafío. Al mismo tiempo tiene que lograrse la salida de todos los afganos que así lo necesiten de ese país, sin exponer más sus vidas.