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En un momento que parece inoportuno, debido a que actualmente lidera los diálogos con los líderes del paro nacional, el alto comisionado para la Paz, Miguel Ceballos, anuncia que solo acompañará en esa posición al gobierno del presidente Iván Duque hasta mañana, 26 de mayo. Aunque asegura que desde diciembre del año pasado le manifestó al presidente Iván Duque su deseo de irse, ahora argumenta que su determinación irrevocable tiene que ver con la incomodidad acerca de la intervención no autorizada por él del expresidente Álvaro Uribe, jefe máximo del partido de gobierno, en los acercamientos con la guerrilla del Eln.
 Tiene razón al quejarse en el sentido de que ningún colombiano puede convertirse en mediador con ningún grupo al margen de la ley sin autorización del gobierno (aunque el Centro Democrático asegura que Duque sabía), porque inclusive se podrían rozar asuntos penales, pero abandonar el barco en la actual coyuntura y, además, manifestar posibles aspiraciones presidenciales, hace que este episodio adquiera matices que generan diversas incertidumbres. Ahora bien, el presidente Duque asegura que Ceballos continuará con la tarea de liderar las conversaciones con los miembros del llamado comité de paro, pero no se sabe en calidad de qué, si ya no hará parte del gobierno. Otro ingrediente que se le suma a la velocidad pasmosa en la búsqueda de soluciones a la actual coyuntura.
 Llega a suceder a Ceballos el abogado Juan Camilo Restrepo Gómez, quien fue presidente de Augura, el gremio de los bananeros de Urabá, y quien se venía desempeñando como viceministro de Agricultura. De acuerdo con el portal Verdadabierta.com, Restrepo Gómez habría hecho un aporte de $33 millones a la campaña del No en el Plebiscito por la Paz, que el nuevo comisionado de paz defendió en el 2016 asegurando que fue para “fortalecer la democracia”. Bajo estos antecedentes no resulta muy coherente y esperanzador que sea quien ahora lidere los posibles diálogos con el Eln, con los que sin duda hay que empezar a explorar nuevos escenarios que conduzcan al desarme de esa organización.
 De todos modos, el Gobierno debe persistir en buscar la paz con esa guerrilla sin dejar de ver los aciertos y errores que pudieron cometerse en el acuerdo con las Farc, ya que no tendría lógica ensayar caminos que dejen menos beneficios al país que los arrojados por la negociación de La Habana, con las que sin duda se logró desarmar a la más poderosa y antigua de las guerrillas de América Latina. Lo responsable es que se trabaje para que ojalá en poco tiempo los elenos entreguen sus armas y decidan reincorporarse a la sociedad civil.  
También es importante que el presidente Duque aclare quién estará al frente de las conversaciones con los promotores del paro, quienes están haciendo llamados a nuevas movilizaciones para mañana y el viernes, lo que complicaría aún más las cosas en el país. El Ejecutivo debería ser el primer interesado en que haya acuerdos prontos que le permitan a Colombia retomar la normalidad, al menos en los niveles en los que lo permite la pandemia de covid-19, que sigue arrojando cifras récord de contagios y muertes en estos días. Dejar las cosas al garete no parece ser la opción sensata.