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Ante las advertencias hechas el pasado 8 de octubre por expertos del clima de las Naciones Unidas acerca de lo que podría pasar en próximos años, si no se hace algo para controlar las causas del cambio climático, los ciudadanos empiezan a movilizarse masivamente para exigir a los gobiernos que tomen medidas que mitiguen los efectos, ya que como se ha dicho, el incremento por encima de 1,5° C podría ocasionar todo tipo de catástrofes.
El pasado sábado los franceses se pronunciaron en las calles por la lucha contra el calentamiento global, aseverando que “aún es tiempo”, bajo la realidad de una época que afronta Europa con temperaturas superiores a los promedios históricos. Ante esta irrebatible situación hay que reflexionar por la urgencia de emprender transformaciones sin precedentes, como lo pide la ONU, ya que de otra manera el planeta seguirá profundizando sus exagerados calores en unas épocas o fríos cada vez más intensos en otros momentos del año, con sus respectivas consecuencias.
Si se mira en conjunto un trabajo que lleve a invertir en una mayor eficiencia energética, con el ahorro que eso implica en dinero y la reducción de emisiones que se produciría, valdría la pena emprender una labor más fuerte con ese enfoque, lo que generaría nuevas fuentes de empleo y consecuencias positivas. Por lo menos así lo concluyeron hace cerca de un mes expertos reunidos en la Cumbre de Acción Global del Clima, donde se insistió en que un mundo más verde dará más trabajo bien remunerado y mejor salud. Así, la lucha contra el cambio climático no tiene que ser vista como un gasto, sino como una inversión, ya que incluso no hacerlo podría afectar la seguridad alimentaria de la humanidad.
Además de mirar cada vez más hacia las energías renovables, que salen más baratas, hay que ejecutar acciones en las ciudades que lleven a la gente a tomar las decisiones correctas, como dejar de usar el carro particular para ir al centro, cuando un servicio público de excelente calidad puede llevarlo y traerlo más rápido, a menor precio y con gran comodidad. En este sentido, las inversiones que se hagan para mejorar la infraestructura pública van a tener recompensa en el porvenir. Por ejemplo, solo tomar conciencia alrededor de la urgencia de cambiar el aire asqueroso de las ciudades por uno mejor para beneficio de todos ayudará a provocar comportamientos a favor de controlar el cambio climático.
Preocupa mucho lo que ocurre con los bosques en Colombia, donde en 732 municipios de los 1.122 que tiene el país se registró al menos una hectárea deforestada durante el 2016, sin que se hayan tomado medidas para evitar lo mismo en los años siguientes. Los Parques Naturales Nacionales y la propia Amazonia son las mayores víctimas de este fenómeno, que se incrementó en un 44% del 2015 al 2016. La ganadería extensiva, la minería ilegal y los cultivos ilícitos son los mayores responsables del grave problema, que se suma a la existencia de mafias dedicadas a contrabandear maderas como la del abarco y del comino crespo, que son apetecidas por la industria maderera. Estudios señalan que en 25 años Colombia alcanza 6,5 millones de hectáreas deforestadas, sin que se haga nada por su recuperación.

En los ámbitos locales, regionales, nacionales y globales tenemos, entonces, una década para reaccionar y evitar la caída por la cascada incontenible del cambio climático. De lo contrario asistiremos al incremento de 10 centímetros en el nivel del mar, un océano Ártico sin hielo en verano y la pérdida total de los arrecifes de coral. Todos debemos empeñarnos en cumplir el Acuerdo de París: Hay que disminuir en un 45% las emisiones de dióxido de carbono de origen humano hasta el 2030, y llevarlas a cero para el 2050, así evitaremos cambios irreversibles que nos afectarán a todos en forma grave. Los análisis respectivos los podremos ver durante la próxima cumbre climática de Katowice (Polonia).