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El futuro de los Estados Unidos, y en buena manera el porvenir del mundo, se juega por estos días, luego de que los demócratas de la Cámara de Representantes de ese país decidieron comenzar un proceso de impeachment o juicio político en contra de presidente Donald Trump, que podría terminar con su destitución, posibilidad que será difícil concretar por la muy probable protección que tendría el mandatario de los congresistas republicanos, aunque tampoco es imposible ante la contundencia de las pruebas acerca de sus presiones al gobierno de Ucrania para poner en aprietos al demócrata Joe Biden, quien sería su principal contendor en las elecciones presidenciales del próximo año.
Trump tiene poco más de una semana para entregar antes del 18 de octubre a la Cámara de Representantes toda la información que se le está solicitando a propósito de su llamada del 25 de julio al presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, para manifestarle la necesidad de que emprendiera una investigación en contra de Biden y su hijo Hunter, quien se desempeñaba en una empresa de gas en ese país. El contenido de la conversación fue conocido luego de que un funcionario que se mantiene en el anonimato reveló el audio que compromete a Trump en una nueva trama internacional que podría influir en las elecciones de noviembre del 2020.
Como un claro desafío a la iniciativa del juicio político, al que ha calificado como “golpe de Estado”, el mandatario estadounidense también le está pidiendo al gobierno chino que haga lo mismo contra Biden en ese país asiático, y escuda su actitud bajo argumentos populistas y haciéndose pasar por víctima. Asegura que le quieren "quitar al pueblo su poder, su voto, sus libertades, su segunda enmienda, religión, ejército, muro fronterizo y sus derechos otorgados por Dios como ciudadanos de EE.UU". Lo más importante en estos momentos es cerrar la posibilidad de que un posible abuso de poder ponga en mayores riesgos la democracia, un mal ejemplo que podría tener repercusiones en otras partes del mundo.
Trump parece tener la estrategia de desprestigiar a quien podría sacarlo de la Casa Blanca por las vías democráticas, y a toda costa quiere torpedear las indagaciones que apuntan a establecer si abusó de su cargo al presionar a Ucrania para dañar la imagen del exvicepresidente. Es muy probable que en la Cámara la iniciativa tenga éxito, pero en el Senado, de mayoría republicana, es poco probable que pueda avanzar, más cuando se necesita un respaldo de las tres cuartas partes del Congreso para que se concrete la destitución. Hay quienes piensan que si Nixon cayó por espiar la sede del Partido Demócrata no debería ser distinto cuando quien está en el poder usa su posición de privilegio para atacar a su principal oponente político, para allanar el camino a la reelección.

Como ha sido su actuar recurrente, Trump está decidido a echarles la culpa de todo lo que le ocurre a los medios de comunicación y a quienes se declaran defensores de las leyes y de la democracia. Es posible que Biden y su hijo hayan cometido actos corruptos y que deban ser investigados por la justicia ucraniana y también por la justicia china, pero el presidente estadounidense no debería involucrarse cuando en un año se tendría que medir en elecciones contra el exvicepresidente, frente al cual no hay señalamientos de corrupción en los Estados Unidos. Por el contrario, las obstrucciones que se fomentan desde la Casa Blanca a la búsqueda de información más precisa acerca de las actuaciones del mandatario en este caso, sí podrían encarnar actos ilegales que ser castigados severamente.