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La salida de Matilda González Gil, quien era la secretaria de la Mujer y Equidad de Género de la Alcaldía de Manizales, y la publicación posterior que hizo el alcalde, Carlos Mario Marín Correa, en sus redes sociales confirmaron que las cosas no van por buen camino en el gobierno local. En su intervención el alcalde, en lugar de explicar la razones por las que en solo 10 meses de gestión han salido 12 miembros del gabinete municipal en medio de diversas circunstancias, acusó a supuestos “huérfanos del poder” de ser los causantes de la crisis que afronta.
Sin duda, como es natural en la política, hay numerosas personas que quisieran verlo fracasar y que están listas a aprovechar cualquier desatino para atacar y exagerar los alcances de cualquier equivocación. Eso es algo propio de la política, y más cuando se gana en las elecciones como él lo hizo. Justificar las falencias y vacíos de su gobierno escudándose en esos supuestos ataques y poniendo el espejo retrovisor es algo que solo conduce a perder el foco de lo que debe ser una acción gubernamental, en la que el bien de la ciudad debe estar en primer plano.
Esta semana se hizo más palpable el problema de liderazgo que se tiene en la Administración municipal, que seguramente es el que ha llevado a que se tengan tantos cambios en la cúpula del Gobierno, generando inestabilidad, cuando lo que hay que procurar es cohesión, unidad de criterios y objetivos y trabajo en equipo bien coordinado para poder cumplir los compromisos del Plan de Desarrollo y las diferentes gestiones que deben estar orientadas al bienestar de los ciudadanos.
Valdría la pena que el alcalde reflexione seriamente sobre sus actitudes y sus decisiones y que, consciente de las equivocaciones que como ser humano ha cometido, se empeñe en hacer las correcciones pertinentes. Persistir en el error pese a ser consciente de ello es la peor equivocación que puede cometerse; errar y buscar soluciones humildemente puede ser, por el contrario, objeto de admiración. Los manizaleños debemos aspirar a que el alcalde acierte, que sus coequiperos entiendan sus roles y tengan claros los objetivos de gobierno, pero además que sean tratados con altura y sin intervenciones ajenas que enrarecen el ambiente de trabajo. 
El mandatario debería empeñarse en evitar cualquier nueva injerencia de terceros que ya ganaron vuelo en su administración, cortar esas dependencias malsanas y demostrar que puede tomar decisiones correctas con su equipo inmediato, al que debe transmitir de manera clara lo que quiere para Manizales. La cultura y la dinámica propia de la ciudad le han permitido sortear con relativo éxito las crisis sanitaria y económica que están afectando al mundo, pero es vital un liderazgo claro que nos mantenga por esa senda.

Insistir en ciertos privilegios familiares y criticar a otros por llegar a la administración atados a compromisos políticos no es coherente. El alcalde Marín tiene que tomar la sartén por el mango, pero no para defenderse ni atacar, sino para concentrarse en hacer el gobierno responsable y visionario que la ciudadanía espera.