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Hoy termina en Venecia (Italia) la reunión del G20 de Finanzas, en el que se discute la posibilidad de un impuesto global para las multinacionales, con cuyo recaudo se buscaría vencer los desequilibrios sociales y económicos que padece el mundo. Los ministros de Finanzas de los 19 países más poderosos del planeta y la Unión Europea también buscan acuerdos para acabar con los llamados “paraísos fiscales” y ponerle fin al “dumping fiscal”.

La idea inicial del impuesto global es que sea de, al menos, el 15% sobre los beneficios de las multinacionales, aunque hay presiones para que sea de una cifra inferior. La realidad es que las necesidades de equidad en el mundo exigen un mayor aporte de este tipo de empresas que logran cantidades enormes de ganancias, gracias al impacto directo de sus negocios en múltiples países.

Que haya un sistema que grave a las multinacionales de manera más justa, de acuerdo con las ganancias logradas en cada país, independientemente de su sede, es algo que puede ayudar a tener un mundo mejor. Tener un impuesto por encima del 15% sería más razonable, y con una buena administración se podría lograr mucho en una mejor distribución de la riqueza en el mundo, en la calidad de vida de los habitantes del planeta.

Esta reunión también es importante debido al fuerte impacto negativo que ha tenido la pandemia de covid-19 en todo el mundo. Que los responsables del manejo del dinero en los países más fuertes y que mejor han logrado sortear la actual emergencia es fundamental para hallar fórmulas que alivien los compromisos crediticios de países que han sufrido con mayor rigor las consecuencias de la actual coyuntura. En ese sentido, es importante que se habla del llamado “Marco común para el Tratamiento de la Deuda”, el cual es impulsado por la Organización para el Desarrollo y la Cooperación Económica (OCDE).

Todas estas iniciativas deben estar orientadas a que haya cada vez un panorama económico internacional más equitativo y justo, no solo por cuestión de fraternidad y sentido de humanidad, sino porque el sistema económico es más exitoso si hay cada vez más países que puedan participar de manera más dinámica en los mercados. Sin embargo, todavía se tienen países que han sido llamados “renuentes” o “recalcitrantes”, por su negativa a respaldar los cambios que se proponen.

De 139 países que son miembros del grupo de trabajo denominado “marco inclusivo” de la OCDE, 131 ya firmaron, pero hay ocho que aún no se deciden (Irlanda, Hungría, Estonia, Nigeria, Kenia, Sri Lanka, Barbados y San Vicente y las Granadinas). Su argumento es que localmente tienen programas de fomento para el establecimiento allí de empresas multinacionales, a las que prefieren seguirles otorgando privilegios. Hay que recordar que hace un mes el G7 les dio vía libre a estas ideas del impuesto global.

La idea es que para el próximo octubre, en la reunión de los presidentes del G20 en Roma, se puedan refrendar estas medidas, que tal vez no sean las ideales, pero que sí tienen una orientación correcta. No solo se trata de construir un mundo más justo, sino sobre todo garantizar un mundo más viable y posible para todos. Ahora bien, en los países receptores debe haber también manejos adecuados de esos recursos, que logren una mejora real de las condiciones de vida de los más vulnerables.