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En marzo próximo se completarán dos años de haber comenzado la emergencia sanitaria de la covid-19 en Colombia, momento en el que la declaración de cuarentena total llevó a la suspensión inmediata de las clases en colegios y universidades del país. Como medida de emergencia se dio el paso a la educación con ayuda de las tecnologías, con lo que quedaron al descubierto las enormes deficiencias que tenemos en materia de conectividad en los centros educativos.
Evidentemente, al comienzo, las restricciones fueron fundamentales para restarles velocidad a los contagios, y ante la inexistencia de vacunas no había más camino que el de resignarse a las clases por medios tecnológicos. Con el comienzo de la vacunación se introdujo el concepto de alternancia, y de manera muy lenta y en condiciones especiales se empezó a recuperar la asistencia a las aulas. Ahora bien, un punto crítico y real que debe derrotarse cuanto antes es la profunda inequidad que se ha marcado más ahora entre quienes pueden acceder a las tecnologías y quienes no lo pueden hacer. 
Cuando hoy nos acercamos a una vacunación del 70% en el país, y ante los innegables efectos negativos de la no presencialidad en los centros educativos, no solo para la calidad del aprendizaje sino, sobre todo, para la salud mental de niños y jóvenes, es inconcebible que haya quienes se opongan a que se regrese a las aulas. Si los docentes están vacunados y los estudiantes también, con los debidos protocolos es posible recuperar la educación presencial, y empezar a combatir los malos efectos de la limitada educación actual.
El argumento de que la presencia de la variedad ómicron en Colombia impide el retorno a los colegios no tiene bases firmes. Es evidente que las personas vacunadas pueden contagiarse, pero su salud no se verá afectada de manera seria, como sí puede ocurrir con quienes no se apliquen el biológico. Además, la adecuación de las instituciones educativas para que cumplan las condiciones de bioseguridad ha ido en avance, y existe el compromiso del Ministerio de Educación para que se cuente con un control efectivo de la pandemia en las aulas. Seguir en una virtualidad limitada es el peor camino.
Igual que en la educación media, es importante que las universidades regresen de manera plena a las aulas. Desde luego que ahora son mayores los retos frente a la pandemia, pero también es la oportunidad de hacer una más fuerte pedagogía en las aulas acerca del autocuidado y la prevención. En la medida en que cada día adoptemos de manera más consistente la bioseguridad y que en los colegios se interiorice esta cultura, estaremos mejor preparados como sociedad para enfrentar amenazas a la salud pública en el futuro.
Lo cierto es que la educación está en crisis y perder más tiempo en este sector va a representar consecuencias negativas peores que las arrojadas hasta ahora por la pandemia. Tanto la Federación Colombiana de Educadores (Fecode), como el Gobierno Nacional tienen que garantizar que el retorno a las aulas sea seguro y con una clara vocación de superar las enormes deficiencias de este tiempo.