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El ya presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, dio el discurso que se esperaba de un hombre curtido en la política, con casi 40 años de experiencia en estas lides. Sus palabras fueron claras, cortas y contundentes, en torno a un mensaje en el que insistió en recuperar la unidad del país, algo que no será nada fácil con un expresidente como Donald Trump que anunció que buscará regresar. Seguro que el exmandatario será una piedra en el zapato para el Gobierno entrante, pero se espera que la calma mostrada desde la campaña y ratificada después de su triunfo se mantengan en la Presidencia para bien de su país y del mundo.
“No vamos a dar ejemplo con el poder, sino que vamos a usar el poder del ejemplo”, frases de este tipo son las que dan cuenta del legado que quiere dejar el nuevo mandatario de los estadounidenses, un hombre que ya empezó a marcar la diferencia, al tener como vicepresidenta a una mujer afroasiática, Kamala Harris, con una proyección enorme en la política, gracias a su inteligencia probada, a su capacidad de enarbolar banderas complejas y a no temerle a los cambios necesarios para devolverle a su país la majestad que le valió en el siglo pasado el respeto de otras naciones del mundo.
Unas 14 órdenes ejecutivas que firmó Trump están listas para quedar sin piso jurídico, según se conoció esta semana, pues la nueva Administración pretende retomar el papel de su país en los organismos multilaterales, varios de los cuales ayudó a crear y fortalecer. Entre las primeras que anunció Biden está el regreso a la Organización Mundial de la Salud, de la que dijo será fundamental en el combate de la pandemia. Además, el mandatario reconoció la importancia del respeto que debe primar en las relaciones internacionales y a eso se apega, así como a la juridicidad que en su país había reinado hasta el anterior Gobierno.
No va a ser fácil lograr el objetivo de la unidad, en un país en donde el discurso de excepcionalismo estadounidense que mantuvo Trump durante su Gobierno hizo carrera en un amplio grupo de la población, que cree en la supremacía blanca, que piensa que el resto del mundo le debe rendir pleitesía a los Estados Unidos y que claramente no entiende que se requiere de líderes capaces de ponerse en los zapatos de los otros y eso incluye a las minorías de todo tipo, así como a los países que no cuentan con el poder de las grandes potencias para promover sus discursos. Sin embargo, la fe está puesta en que el conocimiento del Estado que tiene Biden y la escogencia de un gabinete igualmente experimentado sepa guiar las decisiones.
Para América Latina será muy importante un presidente que no atienda las inquietudes de nuestra región como el patio trasero que tantas veces ha sido, que no se centre solo en una posición militaristas frente al problema de las drogas y que entienda la necesidad de generar un diálogo franco -y con ayudas reales- para desmotivar las migraciones que se dan por falta de oportunidades en nuestros países o por persecución política y represión como las que se viven en Venezuela y Nicaragua. El mensaje de Jennifer López en español, en medio de su interpretación ayer en la posesión, en el que pidió libertad, atiende muy bien el deseo de muchos latinos que han hecho su vida en ese país, que ven allí el ejemplo de la democracia que deben seguir nuestras naciones. Si se recupera ese ideal ya será ganancia.