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Colombia se ha convertido en paso obligado para miles de migrantes que, provenientes del sur del continente, buscan llegar a los Estados Unidos, en busca de un mejor futuro para sus familias. Por las condiciones inhóspitas del paso entre nuestro país y Panamá, en el Tapón del Darién, muchos no logran su objetivo y terminan, prácticamente, consumidos por la selva, donde no solo se enfrentan a fauna salvaje, ríos caudalosos y peligrosos peñascos, sino también a bandas criminales.

Pese a ello, cada día cientos de estas personas, entre las que se cuentan cientos de mujeres embarazadas y menores de edad, se aventuran a cruzar la frontera y a continuar su camino por los países de Centroamérica. Su travesía dura, en promedio, cerca de una semana, hasta llegar caminando a Bajo Chiquito o Canal Membrillo en territorio panameño.

Hasta hace unos días la situación en el municipio de Necoclí (Antioquia) era caótica, ante la enorme cantidad de migrantes, la mayoría de nacionalidad haitiana, quienes luego de pasar años en países del Cono Sur ahora buscan nuevos horizontes yendo hacia el norte.

En este lugar la situación ha mejorado luego del acuerdo logrado entre Colombia y Panamá para que diariamente pueda pasar en embarcaciones por el Mar Caribe, un total de 650 de estas personas durante agosto y 500 a partir de septiembre, pero la presión por avanzar se mantiene y todavía hay quienes se atreven a buscar el paso entre la manigua. De hecho, permanecen en la población antioqueña unos 15 mil migrantes a la espera de continuar su camino.

Ante esta realidad apremiante, Panamá, Costa Rica y Colombia clamaron en las últimas horas por la cooperación de la Organización Internacional de la Migración (OIM), para el manejo de la crisis provocada por los miles de personas que se desplazan por estos países. De acuerdo con cálculos hechos por las autoridades panameñas unos 55.000 migrantes han llegado a ese país este año, por medio de la frontera con Colombia. Lo cierto es que las capacidades de reacción de los países han sido superadas y la presencia de organismos internacionales se hace necesaria.

Lo más preocupante es que el escenario es fomentado por organizaciones criminales de tráfico y trata de personas que, a costa de la vida de estos miles de migrantes y de generar emergencias humanitarias y de salubridad en los países por los que pasan estas muchedumbres, se lucran y ganan cuantiosos recursos ilegales.  Otra consecuencia de lo ocurrido es la creciente xenofobia contra estas personas por los países que cruzan. El reto de defender los derechos humanos es creciente.

Es muy importante que se fortalezcan los mecanismos de cooperación, para identificar a las mafias que impulsan estas migraciones y lograr llevarlas a la justicia. De acuerdo con cálculos de autoridades panameñas en los últimos 12 años unos 162 mil migrantes irregulares de 90 nacionalidades han atravesado el Darién en su deseo de ir hacia Norteamérica. La gran mayoría son haitianos, cubanos y nepalíes, y ahora migran también venezolanos y hasta chilenos. También han sido identificados allí africanos, asiáticos y hasta algunos europeos.