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Los peores delincuentes que ha tenido Colombia empiezan a dar muestras de sincero arrepentimiento y de querer que se conozcan los detalles del conflicto armado, con sus contribuciones voluntarias ante la Comisión de la Verdad. El pasado 4 de agosto el exjefe paramilitar Salvatore Mancuso (preso en los Estados Unidos) y el excomandante de la extinta guerrilla de las Farc Rodrigo Londoño (Timochenko) se encontraron de nuevo a instancias de la Comisión de la Verdad, y con la presencia de 18 víctimas de la guerra, para relatar episodios de su vida criminal y pedir perdón por sus actos de barbarie. A finales de marzo fue el primer encuentro.

 Aunque sus testimonios y sinceridad a la hora de aceptar culpas son difíciles de asimilar, y siempre con beneficio de inventario, resultan sin duda valiosas sus versiones y visiones alrededor de lo ocurrido, y ayudan a entender un poco mejor aquel fenómeno de violencia que afecta a Colombia desde hace décadas. Lo fundamental es que poco a poco se esclarezca lo ocurrido y que de esa verdad más fuerte y sustentada surja el compromiso nacional de no repetir las equivocaciones que costaron tantas vidas. Pese a lo afirmado por Mancuso, todavía queda la deuda acerca de nombres concretos de personas que financiaron las operaciones o que, en el caso de los paramilitares, dieron órdenes criminales desde el Estado.

 Todavía se escucha en los testimonios de ambos comandantes ese propósito de justificar lo actuado mientras estuvieron en las respectivas organizaciones criminales, supuestamente porque obedecían a objetivos altruistas, porque las intenciones iniciales eran buenas, en sus conceptos. No obstante, ya empiezan a reconocer que tomaron caminos equivocados, que hicieron demasiado daño a muchas personas y que su contribución al dolor de miles de familias y a un daño integral al país es innegable. Por eso, esta contribución a la verdad es valiosa, pero aún faltan muchas piezas en el rompecabezas.

 La premisa principal que debemos tener en cuenta todos los colombianos es que nada justifica usar la violencia o cualquier otro medio que dañe la vida de otros, bajo el supuesto de que ese es el camino necesario hacia un bien. Por eso, la explicación de Mancuso acerca de la manera como surgieron los paramilitares requiere más detalles, y no puede quedarse en afirmaciones generales acerca de que dirigentes políticos, congresistas, empresarios y Fuerza Pública aportaban a esa causa. Es necesario que tales palabras no se queden en el aire, y que se concreten, para que no se generen especulaciones que resulten contrarias al empeño de llegar a la verdad.
 
Es importante que vengan más encuentros de este tipo y que cada vez se sienta con mayor fuerza el arrepentimiento franco de quienes comandaron la guerra absurda que ha vivido Colombia. Lo fundamental, sin embargo, es que cada víctima encuentre la paz interior y pueda ir sanando las heridas profundas que tienen en sus almas. Que todas sus preguntas sean respondidas, que todas sus incertidumbres hallen sosiego. Que en la práctica se logre ese objetivo de verdad, justicia, reparación y no repetición que tanto se ha clamado, y que como sociedad podamos pasar la hoja y empezar a construir un porvenir en el que el respeto por la vida y la sana convivencia prevalezca sobre cualquier mezquindad que pretenda atravesarse en el camino.