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El primer año de Iván Duque al frente del Gobierno Nacional, a pesar de la voluntad de acertar que manifiesta el mandatario, ha sido pobre en resultados. Es bien intencionado querer que los proyectos transiten en el Legislativo sin la llamada mermelada, aún a costa de que no se concreten iniciativas tan importantes como las reformas a la política y la justicia y los proyectos anticorrupción. Lo cierto es que el balance deja muchos vacíos y problemas que esperamos sean atendidos de manera más eficaz y eficiente durante este segundo año que comienza.
Entre los asuntos más cuestionados al presidente Duque se cuenta lo que ocurre con la implementación del acuerdo de paz con las Farc, en lo que su partido, el Centro Democrático, ha buscado en todas las formas echar reversa, con el agravante de que el mandatario se ha prestado para el juego, con efectos negativos para la construcción de optimismo y estabilidad jurídica en el país. El capítulo de las objeciones a la Justicia Especial para la Paz (JEP), que terminaron hundiéndose, representó un enorme desgaste, y lo peor es que en la legislatura que comenzó el pasado 20 de julio están apareciendo nuevas ideas para torpedear el proceso, con lo que arriesgamos a seguir enfrascados en discusiones bizantinas, sin atender lo verdaderamente importante.
Durante este año también hemos visto que los conflictos alrededor del narcotráfico, la minería ilegal y la tenencia de la tierra se han intensificado, sin que la reacción del Estado en materia de seguridad brinde la confianza de que los territorios que abandonaron las Farc armadas estén copados por presencia institucional. Nuevas mafias, incluyendo carteles mexicanos, hacen presencia creciente en zonas como Nariño, Cauca y Putumayo, donde los asesinatos de líderes sociales siguen siendo pan de cada día. A contrapelo, las Fuerzas Militares se han visto inmiscuidas en escándalos de corrupción, peleas internas y hasta directivas que podrían revivir los cuestionados "falsos positivos". Así las cosas, los temas de seguridad tienen vulnerabilidades que causan preocupación.
La economía tampoco tiene el comportamiento esperado, y las proyecciones de crecimiento siempre se revisan a la baja, aunque hay que reconocerlo, en medio de la guerra comercial entre Estados Unidos y China y las ambivalencias del brexit del Reino Unido con la Unión Europea, que convulsionan el panorama. Además, el clima de polarización política que se vive ha contribuido a generar un ambiente de pesimismo, sumado a los problemas estructurales que el propio Ministerio de Hacienda confiesa que no sabe cómo afrontar, como ocurre con el empleo. Con tanta incertidumbre, ha faltado un liderazgo más decidido que oriente y marque el camino, pues la promocionada economía Naranja no pasa de discursos llenos de buenas intenciones sin mayores logros que mostrar.

No en vano las encuestas de favorabilidad para el presidente y su gobierno vienen reflejando el descontento con su gestión. Inclusive cuando cumplió sus primeros cien días la percepción fue, según las encuestadoras, la peor desde que se hace esa medición a los presidentes en Colombia. Inclusive los viajes de Duque a Silicon Valley y China, que podrían haber representado significativos pasos en materia diplomática y comercial, se han quedado en anécdotas que no han aprovechado el potencial que se esperaba en conquistas efectivas. El presidente tendrá que reorientar el camino y asumir él, con sus convicciones, el liderazgo que requiere el país para ajustar el rumbo y crecer con más equidad.