Fecha Publicación - Hora

Cualquier decisión que represente cambios bruscos para las personas, que las saque de su costumbre y que las enfrente a nuevos retos genera incomodidades y resistencias que es necesario entender y enfrentar con buena dosis de liderazgo. Es lo que se necesita en estos momentos con respecto a la situación de viven los cerca de 600 estudiantes del Inem Baldomero Sanín Cano de Manizales, quienes están en el limbo, sin claridad acerca de cómo será su necesario retorno a la presencialidad. Es algo que no debería ocurrir en una ciudad que se precia de ser educadora.
Los daños en la sede tradicional, en la que no se invierten recursos suficientes para su mantenimiento desde décadas, hacen imposible que pueda ser usada sin correr riesgos. Bajo ese parámetro es sensato que no se ocupe en estos momentos y que se busquen alternativas para atender a la comunidad educativa. No obstante, además de tramitar un proyecto de recuperación de la planta física, como ya se hizo por la actual Alcaldía ante el Ministerio de Educación, es indispensable encontrar respuestas rápidas que aporten certezas, así sean temporales.
Hay compromiso de la actual Administración Municipal para hallar soluciones, pero todavía puede hacerse más para mitigar el impacto de un hecho tan radical como el de cerrar la edificación hasta que se tengan recursos para invertir en su recuperación. La solución de que se trasladen a La Sultana, además de generar traumatismos a los estudiantes del Inem, resulta incómoda para la comunidad educativa de ese barrio, y el análisis del impacto ha sido insuficiente.
Los hechos del miércoles nos deben llevar a reflexionar alrededor de la verdadera solidaridad que debe brindarse a los estudiantes del Inem, algunos de ellos con aprendizajes diversos en cognición o que requieren intérprete, por ejemplo. En lugar de rechazar a los compañeros del colegio que se encuentra en problemas, sería deseable actuar con generosidad y ánimo constructivo. En un asunto tan complejo es fundamental estar abiertos a los cambios, con tal de contribuir a los mejores resultados para todos. No es el momento para rechazos y discriminaciones.
La realidad, sin embargo, es que existe un conflicto por resolver y que las decisiones desde la Alcaldía tienen que estar enmarcadas en la coherencia y la búsqueda de bienestar general. Es el momento de conversar y encontrar acuerdos clave que permitan que los estudiantes del Inem tengan un lugar adecuado para recibir sus clases, en las mejores condiciones. Tal vez haya que hacer varios ajustes a la idea de traslado temporal, pero en esto es fundamental la participación de las comunidades involucradas, para encontrar los remedios que satisfagan a todos.

Sin embargo, si el objetivo es que los estudiantes del Inem regresen pronto a su sede habitual, hay que poner el acelerador y recuperar, al menos, uno de los edificios, en el que los 600 alumnos de la institución, bajo alternancia, si es el caso, normalicen su educación; ese es su derecho. Los recursos deben conseguirse con urgencia y acometer las obras rápidamente, pero, mientras que ello ocurre deben superarse los obstáculos sociales que impiden un proceso educativo digno. Los valores de compartir, de sentir empatía por quien está en dificultades y de trabajar hombro a hombro por las soluciones deben ponerse en primer plano.