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El presidente Iván Duque, en un hábil movimiento inusitado les salió adelante a las centrales obreras y a los gremios económicos, en una decisión alrededor del Salario Mínimo para el 2022 que le permite sacar pecho por ser el incremento más elevado en mucho tiempo. Asegura el mandatario que el alza del 10,07%, que ubica ese salario en $1 millón, corresponde a la más alta en, por lo menos, 50 años. En este siglo, el salario real, es decir descontando la inflación de cada año, se ha incrementado en casi un 37%, con lo cual su poder adquisitivo ha aumentado considerablemente y ha permitido un crecimiento claro en la demanda agregada, que a su vez es gran dinamizadora de la economía.
Sin embargo, hay que tener cuidado con los efectos que este incremento puede tener en aspectos diversos, como la generación de empleo formal, cargas prestacionales para las empresas (que afectarían sobre todo a las más pequeñas) o una inflación más elevada con respecto a la ya desbordada al cierre de este año. Sin pretender establecer controles de precios, que a la larga resultan nocivos para una oferta variada, hay que estimular la producción para por esa vía controlar la inflación. 
Además del riesgo de que suba la ya excedida informalidad laboral y que además de ganar se pierdan empleos, la preocupación de muchos es que algunos costos concretos, que se reajustan según el Salario Mínimo, serán más onerosos en el 2022. Es el caso de las multas de tránsito, el Soat, los arriendos comerciales, los servicios públicos, el copago o la cuota moderadora de las EPS, los aportes a pensión de quienes devengan un salario mínimo, entre otros. Ante esto, es clave que se revise el esquema de incrementos que se basan en el Mínimo y pensar que los reajustes podrían tomar como referente otro indicador que no distorsione la realidad y resulte más equitativo. No hacerlo podría conducirnos a una espiral inflacionaria. Hay la esperanza, de todos modos, de que el alza se traduzca en un mayor poder adquisitivo de los colombianos y, consecuentemente, en un aumento del consumo interno, vital para poder avanzar más rápido en la necesaria reactivación económica y en la misma solidez del sector productivo. En este entorno hay optimismo para el 2022, considerando que la proyección del Gobierno frente al crecimiento de la economía, es bastante positiva, elevándose al 9,7%. Tal circunstancia debería significar que haya una mayor demanda de mano de obra y que no haya presión inflacionaria, lo cual es calificado como el mayor riesgo que podríamos afrontar.
Sería muy grave que aparezca una avalancha de alzas en los productos de la canasta familiar y en los servicios, que terminen absorbiendo muy rápido el incremento del salario y dejando el poder adquisitivo por el suelo. Ojalá que se tenga una estrategia coherente en el Gobierno Nacional para evitar el encarecimiento del costo de vida, y garantizar que realmente mejore la salud de la economía colombiana.
Desde distintos sectores se advierte que con el nuevo Salario la productividad también puede verse golpeada. No obstante, hay que ser optimistas en el sentido de que se halle el justo equilibrio que ponga más dinero en los bolsillos de los colombianos, al mismo tiempo que se consoliden avances en la formalización laboral.