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Una muestra del desafío al que se enfrenta el presidente electo de Chile, Gabriel Boric, es que un día después de su elección la Bolsa de Santiago cayó un 8% en la apertura y el dólar tuvo un gran salto de incremento con respecto al peso chileno, lo que no se veía desde noviembre del 2008. El nuevo mandatario de izquierda, que tomará posesión en La Moneda el próximo 11 de marzo, deberá enfrentarse al nerviosismo de un mercado que estará muy sensible a cada paso de Boric al frente de la Presidencia.
 El nuevo mandatario, quien también será clave en los resultados del proyecto constituyente que se ejecuta en ese país para generar una nueva Constitución Nacional, ha anunciado un cambio de modelo económico que causa demasiadas inquietudes y preocupaciones entre empresarios y el sistema financiero. La idea de cambiar todo el esquema pensional genera incertidumbres en el mundo del dinero, ya que hay dudas acerca de la financiación de una promesa que suena romántica, pero que está lejos de la realidad. El modelo del Estado benefactor ha fracasado donde lo han impuesto.
 Este asunto, entre otros, exige una gran moderación y sensatez en ese país suramericano, que en el pasado fue ejemplo para el resto del continente, pero que tuvo deficiencias en la equidad con que se distribuyó su riqueza, en medio de un ambiente de protesta que tuvo visos de violencia en los años recientes. Se requieren cambios, sin duda, pero hay que ser cautelosos en la manera de avanzar en las transformaciones.
 Hay cosas que suenan muy bien en discursos o incluso que parecen muy claras en el papel, pero que al momento de ir a la acción pueden generar frustraciones. Boric y su equipo deberán pensar muy bien si se tendrán los recursos suficientes para ejecutar los cambios prometidos y cuáles podrían ser los efectos de decisiones apresuradas. 
 El joven presidente electo, de 35 años, si bien obtuvo una mayoría significativa frente a su oponente ultraderechista José Antonio Kast, deberá ser consciente de que gobernará un país polarizado en el que casi la mitad de la población no comparte sus principios ideológicos. Muchos, ante cualquier movimiento en falso del mandatario, buscarán generarle un ambiente desfavorable. Ahora bien, la clara aceptación de Kast a los resultados, así como el empalme tranquilo que Boric tendría con el presidente actual, Sebastián Piñera, parecen un buen indicio en medio de las tensiones ideológicas.
 De hecho, el nuevo mandatario no debe hacer solo lo que piden quienes lo eligieron, sino entender a quienes votaron en su contra y hasta concertar con opositores las salidas a la crisis, para sacar el país adelante. Temas básicos como los de salud y educación, así como el sistema de pensiones, deberían revisarse tomando en cuenta todas las opiniones, sin imponer modelos a la fuerza que rompan más la confianza en el Estado y sus instituciones.
Las expectativas de la mayoría de los chilenos son amplias y el riesgo de caminar hacia la frustración es grande. Al lado de los cambios estructurales que se requieren, el gobierno de Boric tendrá que garantizar la financiación de todos los programas y la generación de nuevas fuentes de recursos, sin que ello se traduzca en un golpe a la inversión extranjera o expulsión del capital privado.