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La frontera con Venezuela es una zona en la que la seguridad es inestable desde hace mucho tiempo, pero durante la última década, y especialmente en los años recientes la situación se ha agravado y, en lugar de fórmulas de solución, lo que se observan son nuevos factores de intranquilidad para los habitantes de toda esa larga franja desde La Guajira hasta Guainía. Puntos claves en la región del Catatumbo y Cúcuta y en el departamento de Arauca son el mayor hervidero de serios conflictos que se complican al no haber comunicación oficial, diplomática, entre los gobiernos de Colombia y Venezuela.
El pasado fin de semana, cuando se daba la transición entre los años 2021 y 2022 fue especialmente violento en esa zona al oriente de Colombia. Ayer se informaba de, al menos, 24 personas muertas en sangrientas disputas entre miembros de las disidencias de las Farc y del Eln, en los municipios de Tame, Fortul, Saravena y Arauquita. No obstante, la cantidad de muertos en combate entre esas organizaciones, claramente dedicadas a la disputa territorial por la economía ilegal del narcotráfico, podría incrementarse, de acuerdo con autoridades locales.
Lo que se está viviendo allí es una verdadera carnicería, en la que además de combatientes de grupos ilegales estarían cayendo ciudadanos que, por mera sospecha o por habitar zonas específicas, son asesinados de manera despiadada. De hecho, son evidentes ya los desplazamientos forzados a los que se han visto obligados cientos de habitantes de esa región en el departamento de Arauca. 
Ante esto, es pertinente la decisión del presidente Iván Duque de enviar a ese lugar fronterizo dos batallones del Ejército, para tratar apaciguar la violencia y evitar que personas inocentes sigan expuestas a morir en medio del fuego, como ha ocurrido. No obstante, ante semejante ola de asesinatos y la posibilidad de que el conflicto se escale, deberían considerarse las relaciones diplomáticas con Venezuela, para tratar de resolver juntos esta coyuntura violenta. No hacerlo podría significar un desgaste mayúsculo de Colombia, con pocos resultados reales.
No basta con asegurar que Venezuela da refugio y protección a grupos armados ilegales colombianos. Más allá de esas denuncias, que pueden ser ciertas, la presión al gobierno venezolano debería hacerse diplomáticamente y de manera específica en una situación como esta, para lograr de verdad el retorno de la tranquilidad a toda esa región, y así evitar la muerte de tantas personas.
Más que profundizar los conflictos ya existentes en esa región, y exponerse a un escalamiento que podría traducirse en riesgos de confrontación bélica entre los dos países, debe neutralizarse a los responsables de la violencia de una manera más audaz y estratégica, porque no puede negarse que también amplias comunidades venezolanas, ajenas a estos conflictos, resultan afectadas con estos brotes de violencia.