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El presidente ruso, Vladimir Putin, parece decidido a entrar a Ucrania a la fuerza, pese a las advertencias hechas por la Unión Europea y los Estados Unidos para que no lo haga. La Alianza del Atlántico Norte (OTAN) ya movilizó buena parte de sus naves y ejércitos en defensa de Ucrania, y en respuesta a la ofensiva militar rusa con 127 mil soldados, que se ha fortalecido en la frontera con tanques y distintos tipos de artillería. 
Lo cierto del caso es que, debido a que el gobierno ucraniano no se ha dejado manipular por sus impulsos, Putin está empeñado en demostrar que puede recuperar el dominio de ese país, al que ya hace unos años despojó de la península de Crimea, haciendo uso de una pantomima pseudodemocrática, en la que se impuso un referendo separatista. Ahora pretende forzar al resto del mundo a regresar a las fronteras de 1990, cuando existía la URSS. Una muy perjudicial obsesión por el pasado soviético que nos puede salir cara a todos.
Los esfuerzos diplomáticos emprendidos por el propio presidente Joe Biden, de los Estados Unidos, no han rendido frutos y, por el contrario, los encuentros entre funcionarios de ambos gobiernos parecen haber avivado la chispa del conflicto. La exigencia de Putin de que la OTAN no se extienda hasta el Este, incluida Ucrania, no es una concesión a la que Occidente pueda responder de manera afirmativa, están en juego movidas geopolíticas estratégicas en las que no se le pueden dar ventajas al líder ruso, que ya ha demostrado que solo quiere hacer ver su fuerza, y tratar de expandir su poderío.
Lo que se está viviendo en la frontera con Ucrania no se limita a un conflicto localizado, sino que tiene repercusiones para todo el mundo. Además de la seguridad de Europa está en juego la protección que debe cubrir a todo Occidente ante la amenaza con la que Putin viene jugando, y con la que no solo pretende mostrarse como un jefe de gobierno temido en el mundo, sino mantener en alto su imagen hacia el interior de su país, y garantizar el respaldo político permanente que lo mantenga mucho más tiempo en la cumbre.
Lo que también sabe Putin es que cualquier paso en falso le puede salir muy caro, y podría derivar en consecuencias contrarias a las que busca. Ojalá impere la sensatez en el gobierno ruso y que no se pase al terreno de las provocaciones más allá de lo tolerable. La tensión, sin duda, va en aumento y el peligro de que se agrave el conflicto en esa zona del mundo es real. Aunque lejos del lugar de las tensiones, un error allí podría repercutir en América Latina y en Colombia, por supuesto.

De hecho, todo el mundo ya siente el perjuicio de las tensiones allí por medio del comportamiento de las bolsas, que viene reaccionando con pérdidas en diversos sectores de la economía. La posibilidad de que se abra fuego en Ucrania tiene nervioso al mundo, y el hecho de que los Estados Unidos se haya mostrado dispuesto a acompañar a la OTAN en la defensa de ese país, adiciona componentes que pueden afectar seriamente los mercados.