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El fallo de una acción de tutela que convirtió, a finales del año pasado, al Parque Natural Nacional de los Nevados (PNNN) en sujeto de derechos, llevó a que se desarrolle por varias entidades un plan de acción para hacer un monitoreo permanente del lugar y brindar educación ambiental a quienes tienen relación con él. Hay un plazo de un año para demostrarle a la Corte Suprema de Justicia que se avanza en ese camino. El resultado judicial tuvo que ver con que se está haciendo un uso inadecuado de esa importante reserva natural.

 Hay evidencias de que algunos visitantes de la zona actúan sin tomar en cuenta que están al frente de áreas protegidas por la ley, que actúan de manera inconsciente al arrojar basuras, que usan pólvora, se desplazan en motocicletas para hacer cross o llevan parlantes para fiestas al aire libre con música a alto volumen. Todo eso genera problemas graves a la fauna y la flora. Otros ingresan por rutas prohibidas y con operadores turísticos ilegales, que no se ocupan de que el medioambiente sea cuidado como se debe. Quienes abusan deberían recibir las sanciones más altas que permita la ley.

 Es fundamental la mitigación del daño que se está causando y que, con una perspectiva de largo plazo, haya un enfoque de educación a las personas que tienen relación directa con el parque o que pretendan hacer turismo en sus parajes, y que desarrollen una conciencia de protección que se evidencie en el estado de la reserva. Ya bastante hay que lidiar con el Cambio Climático que golpea con dureza los glaciares, por ejemplo, como para que actividades antrópicas adicionales causen un mal mayor.

 De hecho, está en juego el suministro de agua para el consumo de millones de personas que dependen de las fuentes que llegan hasta las cabeceras municipales, y un equilibrio en el ecosistema que si se rompe podría traer consecuencias muy negativas. En ese sentido, la única intervención humana positiva en estos casos es aquella que siembra frailejones, por ejemplo, y la que cambia las actividades agrícolas, ganaderas y mineras por siembra de árboles y cuidados forestales.

 Son muy útiles los programas orientados a que se les pague a los moradores del páramo para cuidar la naturaleza, y que así no tengan que basar su sobrevivencia en actividades malsanas. Además, quienes ejecutan el turismo allí deben entender que sus actividades tienen sentido en la medida en que la zona de amortiguamiento y el propio PNNN (que tiene una extensión de 60 mil hectáreas) sean cuidados. Si bien Corpocaldas tiene $100 millones de pesos para pagar a personas de la zona que ayuden a proteger (que no es mucho), el activo más importante es la conciencia ambiental que desarrollemos.

Ahora que se construye la vía desde Cambao hasta La Esperanza, que atraviesa el parque, se necesita más cuidado a la naturaleza. El riesgo de que las personas que usen esa carretera la agredan se verá incrementado, y por ello el turismo que se haga tiene que tener la educación ambiental como columna vertebral. También hay que avanzar en la compra de predios a particulares (que son dueños del 30% del parque) para destinarlos a la conservación.