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La inflación de Colombia, en el acumulado de los últimos 12 meses, llega al 4,34 %, muy por encima de los pronósticos de varios expertos. De hecho, el mismo Banco de la República ajustó su proyección para todo el 2021 en 4,9%, y hay que tener en cuenta que en el recién terminado octubre ese indicador fue de apenas 0,01%. Todo indica que noviembre y diciembre vendrán con nuevos incrementos, frente a lo cual el Emisor busca ejecutar un control elevando las tasas de interés. Las metas entre el 2% y el 4% son asunto del pasado, y hacia ellas querrán apuntar las próximas políticas gubernamentales, pero será complejo regresarlas al cauce.
Este comportamiento de la economía colombiana, como también ocurre en el resto del mundo, tiene una relación directa con la pandemia de covid-19 y sus efectos en diferentes eslabones de la cadena. En nuestra economía de mercado no solo basta con producir lo que exige la demanda o consumir lo que hay en oferta, sino en que todos esos productos elaborados y las materias primas para su procesamiento puedan fluir sin obstáculos, con óptima dinámica. 
Si ello no ocurre aparecen la escasez y la correspondiente alza de precios.
Lo que ha pasado es que el tránsito de mercancías de todo tipo se ha visto interrumpido, ralentizado y con múltiples obstáculos, debido a la parálisis que se vivió en buena parte del año pasado en todo el mundo. Estamos en la llamada crisis de los contenedores, que no es más que la insuficiencia de esos elementos básicos para el transporte de toda clase de productos, especialmente en barcos.
La causa está en que con las restricciones de pandemia muchos contenedores se quedaron varados en los puertos por semanas y meses, y todavía no se logra recuperar el tiempo perdido y normalizar las operaciones. Incluso hay escasez de acero, por las mismas razones, lo que tampoco posibilita construir más contenedores o tener más barcos a disposición. Llevar la carga a los aviones, en muchos casos, encarece las operaciones y las hace inviables.
Por estas razones, entre otras, analistas se atreven a pronosticar que habrá escasez de algunos productos y materias primas, ante la imposibilidad de exportar y e importar en una dinámica fluida. Eso llevará a que la inflación siga en ascenso y que los consumidores terminen pagando las consecuencias de esta dura realidad. Todo esto lleva a que los costos del transporte de carga se doblen y hasta tripliquen, y que eso termine teniendo efectos en los costos finales de los productos.

Hay que hacer muchos esfuerzos para lograr que los contenedores que tienen a Colombia como destino lleguen pronto y que la cadena logística permita que esos mismos elementos salgan cargados con mercancías colombianas hacia el exterior. No es fácil, ya que incluso se calcula que esta crisis se extenderá durante todo el 2022 y principios del 2023. Como sea, también puede ser esta una oportunidad para que la producción local halle consumidores locales, pero ese es un desafío también bastante exigente, y sin garantías de permanencia. El mundo entero debe enfocarse en encontrar pronto las mejores soluciones a esta crisis.