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El Once Caldas termina el 2020 en un estado de crisis como hacía mucho tiempo no lo hacía. La goleada 5-2 en Bogotá, ante Millonarios, desnudó de manera total la realidad de un club que necesita cambios urgentes y profundos para el 2021 si no quiere terminar acercándose de nuevo al descenso y poniendo en peligro lo que ha sido este equipo desde hace 70 años, cuando logró su primera estrella en la camiseta.
El triunfo 1-0 del sábado ante Boyacá Chicó en el estadio Palogrande fue una victoria pírrica que en nada cambia la evidente crisis del club en lo deportivo y en lo administrativo, y lo que pase mañana contra Patriotas, así gane y pueda mantener viva la esperanza de participar el año entrante en un torneo internacional, en muy poco cambiará el hecho de que la presentación de este año, en general, fue lamentable, y que el proceso comenzado por el entrenador, Hubert Bodhert, ya tocó fondo y no es posible persistir en él.
Además, el hecho de que en sus dos últimos compromisos de la Liguilla, a la que llegó el Once Caldas como consolación al ser incapaz de mantenerse en los lugares de vanguardia del campeonato, el técnico titular esté ausente, evidencia el estado de cosas y las profundidades en las que ha caído el equipo. La vana ilusión con la que en septiembre reinició sus actividades poscuarentena, que se desinfló de manera anticipada, es elocuente acerca de que ni la dirigencia ni los jugadores que conforman el Blanco en este momento están a la altura de las expectativas de los hinchas.
Ni siquiera el regreso del delantero Dayro Moreno, quien muy joven fue vital para el título que logró el equipo en la Copa Libertadores del 2004, y que fue visto por los seguidores del Once Caldas como la recuperación de las posibilidades de gol, sirvió para que el equipo mejorara y encontrara la senda de las victorias. Fue más la antesala que se le hizo y las expectativas que se trazaron que la realidad de su protagonismo en el equipo, y bajo esos mismos parámetros se movieron los demás jugadores, quienes no dieron la talla en los momentos definitivos.
Ya está claro que los actuales dirigentes llegaron al equipo manizaleño sin la ambición de que se mantuviera entre los mejores del campeonato, y que poco les importa volver a ganar estrellas locales e internacionales. El Once Caldas solo fue visto como un formador de jugadores para luego ganar dinero con su venta a otros equipos; lo que llaman una cantera. Sin embargo, los aficionados acostumbrados a ver grandes jugadores y a acompañar al Once en instancias de alta responsabilidad ven ese enfoque como un engaño.

Se habla de la llegada de nuevos inversionistas de la mano del empresario ecuatoriano Jorge Guerrero, que estarían dispuestos a conformar un equipo de mayor peso específico. Sería muy sano que esa opción se consolide y que vengan nuevas ideas que ayuden a que el Blanco recupere su senda. El solo cambio de dueños sería saludable para ver si en el 2021 se logra conformar un equipo competitivo y se recupera la ilusión de volver a las finales.