Fecha Publicación - Hora

Ver a Israel con su gente en las calles sin tener que usar tapabocas al aire libre y en una normalidad casi completa causa envidia, porque en el caso de Colombia las proyecciones más optimistas señalan que solo a comienzos del 2022 estaríamos logrando la inmunidad de rebaño. Israel ya vacunó a más de la mitad de su población, mientras que Colombia apenas va por el 10%. Lo peor es que hay países que ni siquiera han comenzado sus procesos de vacunación y que, de acuerdo con el volumen de producción del biológico y su distribución, estarían logrando la meta de la inmunidad en dos o tres años, algo que evidencia la grave situación de desigualdad que tenemos y que en momentos críticos como el actual adopta matices monstruosos.

De acuerdo con las cifras de contagios, ocupación de unidades de cuidado intensivo y fallecimientos por la covid-19, América Latina es la región del mundo más afectada hoy por la pandemia. La velocidad de expansión del coronavirus en esta tercera ola en países como Brasil, Ecuador, Paraguay y Colombia es muy rápida, y en nuestro caso se habla de la presencia de cepas como la británica que, si bien no es más letal sí es más contagiosa que la de Wuhan (China). Pese a ello, es en otras regiones del mundo, donde tienen más recursos para negociar con las farmacéuticas, donde no solo van más rápido, sino que tienen asegurados biológicos por una cantidad superior a sus necesidades.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) reveló, por ejemplo, que hay países en los que solo una de cada 500 personas ha recibido la vacuna, mientras que en Estados Unidos el 40% de su población ya la tiene y se avanza en inocular a los mayores de 16 años. Otra cifra contrastante es que en el país norteamericano se han suministrado 210 millones de dosis, mientras que el mecanismo Covax, que aspira llegar a 114 países de ingresos medios y bajos, solo ha entregado 39 millones. El desequilibrio es ciertamente aberrante.

Tiene que hacerse un pare en el camino y lograr que no solo se produzcan más vacunas en más lugares del mundo, sino inclusive liberar patentes así sea de manera temporal para que las vacunas se conviertan en un bien público global. En una emergencia de esta magnitud hay que cambiar los paradigmas, y se deben dar pasos hacia una solidaridad que asegure una mayor producción y disponibilidad de estos biológicos. No es solo una cuestión de altruismo, sino que es de seguridad estratégica y sobrevivencia humana, ya que solo habremos superado esta emergencia cuando el 70% de la población del mundo esté vacunada. Hacerlo de manera inequitativa solo llevará a que aparezcan nuevas cepas que hagan más complejo el panorama. Hoy el 56% de las vacunas llegan al 16% de la población; frente a semejante desigualdad se requieren respuestas globales, no vamos a estar seguros hasta que todos estemos seguros.

El Gobierno colombiano también debe buscar alternativas para producir aquí las vacunas, como ya lo están intentando otros países de la región. Ante el acaparamiento del primer mundo hay que buscar opciones para lograr las vacunas que se necesitan. Cuando la salud y la economía se afectan por una emergencia como la actual, hay que buscar soluciones rápidas y eficientes. El acceso universal e igualitario a las vacunas tiene que ser garantizado, y en eso los países más poderosos son los que más pueden aportar, bajo el entendido de que mientras exista un foco de contagio el riesgo de expansión a todo el mundo es real.