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Las finanzas públicas, tanto las de los países ricos, o desarrollados, como las de los que están en vías de desarrollo, grupo en el que se incluye a Colombia, o las de los países pobres, donde se encuentran la mayoría de los países africanos, tienen una gran dependencia de los créditos para mantener sus economías funcionando. En épocas de crisis, cuando se disminuye la producción de bienes y servicios, los presupuestos se equilibran con más deuda.
Por causa de la pandemia causada por la covid-19, según cálculos del Banco Mundial, en los 70 países de más bajos ingresos del mundo, casi todos africanos, se incrementó en un 12% la carga de la deuda en sus economías, lo que implicará que sus menguadas arcas públicas deberán destinar más recursos a atender créditos, en detrimento de inversiones en salud o educación, para mencionar las dos más importantes.
El grupo de países con las economías más sólidas, agrupado en el G-20, lanzó una iniciativa orientada a que esos países más pobres pudieran diferir los pagos de su deuda, en principio por un año, y luego prorrogada por 6 meses más hasta finales de este año. Gracias a ello, aunque en condiciones todavía precarias, se ha podido ayudar a atender la pandemia en esos países. A pesar de que no se trata de una condonación de deuda, lo que sería ideal, al menos hay un alivio para la caja de las naciones más pobres.
Colombia, que no está incluido en ese plan, tiene en estudio del Congreso su presupuesto anual para el año 2022 aforado en cerca de $350 billones de pesos, compuestos por $168 billones de impuestos, $147 billones de créditos, $19 billones de rentas propias y $11 billones de otras fuentes. Además, se calcula en $78 billones el costo anual del servicio de su deuda. Es decir que muy buena parte de los recursos que genera la actividad productiva del país se van en pagar deudas.
David Malpass, presidente del Banco Mundial, que estuvo reunido con el presidente Duque esta semana en Washington, consciente de la enorme carga que representa, sobre todo para los países más pobres, la atención de sus pasivos, ha propuesto un plan integral para reducir su deuda. Sería clave un gesto de solidaridad y generosidad de los países más desarrollados y de la banca multilateral, que son los beneficiarios de gran parte de esos créditos, que no solo aplazaran su cobro, sino que perdonaran parte de ellos, con la condición de que ese beneficio se invierta en gasto social y actividades que generen nuevos recursos. Solo así se podrá salir del círculo que solo lleva a más deuda cada año.

Para tener un poco la proporción de las cifras, se estima que para el 2022 el sector de educación recibirá $49 billones, siendo el que más recursos recibirá dentro de la asignación total, lo cual está bien, pues en el largo plazo esa es la inversión más rentable. Sin embargo, la atención de la deuda vale más que eso. Es decir que cualquier logro en la disminución de ese compromiso, aplicado en educación, o en mejora de la infraestructura del país, seguramente se devolverá con creces en el futuro. Ojalá que tenga eco la propuesta de Malpass, y que incluya a todos los países en vías de desarrollo.