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La irracional ambición del presidente ruso, Vladimir Putin, tiene en vilo al mundo. Tras engañar a los líderes de las otras potencias con un discurso que aseguraba que no invadiría Ucrania, finalmente lanzó el ataque a Kiev en la madrugada del pasado 24 de febrero, ingresando al país por todos los flancos. Con ello, Putin nos está llevando a una peligrosa tensión, cuyo resultado, como en toda guerra, será negativo para todos. Los ucranianos, hasta ayer, ya habían perdido a unos 200 ciudadanos durante la toma rusa a la capital de su país. Otros 1.100 resultaron heridos. 

Hasta ahora, la Unión Europea y los Estados Unidos han reaccionado con anuncios de sanciones económicas a Rusia por sus acciones, y el primer hecho concreto en ese sentido fue la intercepción francesa de un carguero ruso ayer en el canal de la Mancha, cuyo destino era San Petersburgo. Entre tanto, los ucranianos se resisten a rendirse ante Rusia, y en ese sentido el presidente Volodímir Zelenski ofreció armas a las personas que quieran ayudar a Ucrania a defenderse ante una ofensiva salvaje que incluye misiles contra edificios residenciales y el lanzamiento de bombas de racimo a hospitales ucranianos, según Human Right Watch. 

Al mismo tiempo, cientos de miles de ucranianos huyen por diversos medios hacia Europa en busca de refugio, hasta ayer se calculaba que unas 500 mil personas habían salido hacia países limítrofes como Polonia, Rumania, Moldavia, Hungría y Eslovaquia. Otros cientos de ellos usan los túneles del metro de Kiev como refugio. Las máximas sanciones a los rusos, hasta ahora, es que la selección de Polonia no jugará el 24 de marzo el partido previsto contra Rusia por la eliminatoria al Mundial de Catar, y que el Gran Premio de Rusia de la Fórmula 1 (septiembre 25) fue cancelado.

La primera acción desafiante de Putin de esta semana fue el reconocimiento de la autonomía de las provincias ucranianas prorrusas del este, Donetsk y Luhansk, con lo que atacó de manera frontal la soberanía de Ucrania. Posteriormente vino la avanzada militar hacia la capital, frente a la cual aún es incierto si habrá reacción militar desde Occidente, debido a que el país invadido aún no hace parte de la Unión Europea o de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). 

Las nuevas advertencias de Putin acerca de que Suecia y Finlandia no deben ingresar a esa organización militar amplía los riesgos de que el conflicto se extienda. Una reacción puede ser aceptarlas de inmediato y habilitar la reacción de fuerza ante el ataque ruso, pero ese es un paso delicado ante la irracionalidad de Putin, quien con su actitud nos transporta a escenarios que creíamos superados en el Siglo XX. La actitud china de apoyar a Rusia en este propósito también preocupa, ya que le podría dar carta blanca en el propósito de Beijing de tomar el control de Taiwan.

Es claro que el líder ruso no se detendrá hasta lograr la caída de Zelensky e instaurar un nuevo gobierno en Ucrania que le sea amistoso y abandone el proyecto de anexarse a Europa. La pregunta es ¿hasta dónde está dispuesto a ir Occidente para impedir que Putin concrete su proyecto? Cualquiera que sea el camino asumido, las repercusiones para el mundo son incalculables. De hecho, en Colombia no podemos quedarnos tranquilos ante la real amenaza de la presencia rusa en Venezuela, en medio de una tensión permanente entre los dos países en la frontera.