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La decisión del presidente ruso, Vladimir Putin, de reconocer a las regiones ucranianas de Donetsk y Luhansk como “repúblicas independientes” y el desplazamiento de sus tropas hacia esos territorios constituye una violación a la soberanía ucraniana y una invasión al vecino país, frente a lo cual ya hay respuestas desde Occidente con nuevas sanciones económicas. La tensión avanza en una escalada en la que esas zonas separatistas sienten el respaldo de Putin en su desobediencia al gobierno con sede en Kiev.

Era un paso que lucía inevitable desde finales del año pasado, cuando Rusia movilizó sus tropas a lo largo de la frontera con Ucrania, al mismo tiempo que advertía acerca de consecuencias si el vecino país osaba ingresar a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Desde ya se vaticina que, tras el paso de Putin, puede desencadenarse el mayor conflicto armado en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.

Realmente es amenazante para todo Occidente, incluida América Latina, esta movida bélica de Putin, que pone al mundo en vilo, además porque su largo discurso de comienzo de semana hace una lectura de la situación en la que parece arrogarse el derecho de Rusia de decidir acerca de Ucrania. No solo eso, al expresar su nostalgia por la desaparición de la Unión Soviética en los 90 del siglo pasado, sembró temor acerca de su proyecto expansionista, con la fijación de revivir una organización de tan infausta recordación.

Frente a esta situación, la reacción de Occidente ha sido clara, anunciando sanciones que incluyen “bloqueos totales” al banco militar ruso y al banco estatal de ese país, que son vitales para respaldar su desarrollo económico, gestionar deuda pública y los fondos de pensiones. El objetivo es aislar a Rusia del sistema financiero mundial, de acuerdo con lo explicado por el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden. Además, miembros de las familias rusas más poderosas en el mundo también comenzarían a ser bloqueados, como medida de presión a Putin, para que reverse la invasión a Ucrania.

Hay temor en Europa de que el conflicto escale y termine afectando de manera grave a ese continente. Hay que recordar que en el 2014 Rusia se apoderó de la península de Crimea y apoyó a los separatistas de Donbás y Luhansk, situación que se ha profundizado en esta ocasión y que amenaza con ir más allá, ya que las alusiones de Putin a Lenin y el Comunismo como legado que no puede borrarse en Ucrania causa temor general en el mundo.

Pese a la distancia en la que nos encontramos, América Latina puede sentir los efectos de la escalada del conflicto ucraniano. El hecho de que Venezuela y Rusia tengan hoy tanta cercanía y que Colombia sea identificado como el principal aliado de los Estados Unidos en América del Sur nos pone en la mira, y por eso es fundamental que con mucho tino, el gobierno de Iván Duque maneje de manera inteligente la diplomacia y así evitar convertirnos en carnada de un problema ajeno. Hay que mantenerse expectantes de lo que allí pasa y actuar con prudencia.