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Como era previsible, el presidente Gustavo Petro ordenó al final de su primera semana de gobierno la renovación de la cúpula militar, con el propósito de orientarla hacia sus propósitos de contar con aliados para la construcción de la paz total que promueve. Lo que resultó sorpresivo fue que el cambio fuera de tal profundidad que más de 30 generales de las Fuerzas Militares y de la Policía terminaran saliendo de esas instituciones, tras escoger a mandos medios como los nuevos comandantes.

Solo en la Policía la escogencia del mayor general Henry Armando Sanabria Cely como nuevo director general significó la salida de 21 generales que estaban antes en la línea de mando. La llegada de la brigadier general Yackeline Navarro Ordóñez a la subdirección, tuvo un impacto similar en esa institución, que deberá trabajar de manera más profunda en la formación de los agentes de policía con enfoque en derechos humanos y con un trabajo más cercano a las comunidades, de acuerdo con el plan que se tiene de sacarlos del Ministerio de Defensa.

En el caso de la comandancia general de las Fuerzas, así como en el Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea, la barrida de generales también resultó significativa, para que fuera posible el arribo del mayor general Helder Fernán Giraldo a la comandancia de las Fuerzas Militares, así como en el Ejército la llegada del mayor general Luis Mauricio Ospina, como comandante. En la Armada asumirá el vicealmirante Francisco Hernando Cubides y de la Fuerza Aérea, el general Luis Carlos Córdoba, lo que también dejó por fuera a generales que los antecedían.

Esperamos que el papel de los nuevos mandos, no obstante, cumpla cabalmente con lo establecido en la Constitución Nacional, y que no resulte en ceder más terreno a las mafias que generan tanta violencia y zozobra en amplias regiones de Colombia. Si bien su enfoque debe ayudar al propósito de la paz, también es fundamental defender la soberanía y controlar el orden público con eficiencia. Lo complicado es que con la salida de tantos generales se pierde un importante legado de experiencia y conocimiento acerca de la manera de enfrentar el crimen en el país.

El presidente Gustavo Petro, si bien es el comandante en jefe de las Fuerzas Militares, y puede tomar decisiones democráticas frente a ellas, debe garantizar un buen entendimiento con esas instituciones, más allá de prejuicios ideológicos. Es importante que en Colombia se siga respetando la doctrina de no deliberación en el interior de las fuerzas, y que el respeto mutuo sea la prioridad.

Por eso, resulta muy desatinado que el mandatario, de manera intempestiva, haya suspendido el martes la ceremonia que ya estaba a punto de realizarse para oficializar el cambio de la cúpula militar, y que sin mayores explicaciones o, más bien, con motivos banales, por supuestos nuevos compromisos en la agenda presidencial, haya aplazado los actos para el fin de semana. Este tipo de actitudes no ayudan a construir la confianza que tanto necesita tejer el Jefe de Estado con sus subordinados.