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El diálogo diplomático es, sin duda, el camino correcto para resolver las posibles diferencias que Colombia pueda tener con algún gobierno del mundo, inclusive con vecinos incómodos como Venezuela. Por eso, pese a las declaraciones imprudentes, de nuevo, del ministro de Defensa, Diego Molano, está muy bien que el presidente Iván Duque busque una conversación franca y directa con el embajador de Rusia en Colombia, Nikolai K. Tavdumadze, para aclarar los objetivos de la presencia militar de ese país en territorio venezolano.
Inclusive sería conveniente que se encontrara un camino para que las diferencias de Colombia y Venezuela volvieran a los canales diplomáticos, porque además de la llamada asistencia militar rusa hay situaciones de inseguridad en la frontera que cada vez se convierten en un conflicto más complejo y peligroso que debería ser tratado seriamente por los dos países. Ojalá que la conversación con el embajador ruso despeje la posibilidad de avanzar en la solución de los graves problemas que se tienen en la frontera.
Ahora bien, en lo relativo a la presencia rusa en Venezuela hay que entender muy bien en qué consiste dicha asistencia, y si eso puede afectar a Colombia. Sin tener esa claridad es absolutamente inconveniente especular y manejar la doctrina equivocada según la cual el enemigo de mi amigo es también mi enemigo (como ocurrió con Irán en referencia a lo que ocurre con Israel en el Medio Oriente), lo cual le puede salir caro al país, sin necesidad alguna.
El peor error que podría cometer nuestro país es plantear una confrontación injustificada con Rusia, cuando es claro que en Europa ese país se está jugando importantes intereses alrededor de la situación de Ucrania y su posible ingreso a la OTAN. No podemos permitir que las grandes potencias del mundo nos involucren en ese conflicto, en el que nada tenemos que ver, en un forcejeo en el que podríamos convertirnos en punta de lanza sin necesidad alguna. Por el contrario, es el momento de limar asperezas y buscar aproximaciones, y mantener la armonía en las relaciones con todo el mundo. Pelear, porque sí, con Rusia o China, por ejemplo, sería absurdo.
Ya Estados Unidos le advirtió a Rusia esta semana que no permitirá que el conflicto de Ucrania se quiera trasladar a Latinoamérica, y nuestro país tiene que actuar con mucho tino para no permitir que eso pase. Es posible que lo dicho por el gobierno estadounidense en lugar de persuadir a los rusos de no hacerlo, los conduzca a tratar de ampliar su injerencia en la región, y frente a eso Colombia debe evitar convertirse en un objetivo sensible. 

Como lo hemos manifestado en el pasado, nuestro país y Venezuela deberían no solo buscar soluciones a los problemas que se tienen hoy en la frontera y buscar cooperación en materia migratoria, sino que al menos aquellos servicios para los ciudadanos que involucran las relaciones internacionales, como los consulados, sean reabiertos, porque mantenerse inflexibles y seguir escalando el lenguaje de confrontación solo le permitirá ventajas al régimen de Nicolás Maduro y mayores problemas para Colombia.