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No es la primera vez que Juan Lárrison Castro Estupiñán, alias Matamba, se burla de las autoridades, como tampoco es la primera vez que este tipo de fugas ocurren en las cárceles colombianas, manejadas por el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (Inpec). Conocedor de las graves falencias de esta entidad, el poderoso narcotraficante diseñó una estrategia con la que pudo salir de la cárcel La Picota disfrazado de guardia sin que nadie se percatara de su verdadera identidad.
En las cámaras de seguridad, cuyas imágenes analiza la Fiscalía General de la Nación, se observa que no hubo el más mínimo de controles durante el recorrido del delincuente, quien está solicitado en extradición por una Corte del distrito de La Florida, en Estados Unidos. Desde casi la medianoche del 16 de marzo comenzó la fuga, en la que habría colaborado, por lo menos, el inspector Milton Libardo Jiménez, quien ya fue detenido y quien deberá responder por lo ocurrido.
Más grave aún que esto es que un delincuente de este calado no estuviera en el pabellón de máxima seguridad. Alguien que pasó por el frente 29 de las Farc, por dos bloques de las AUC, y que en el pasado se hizo el muerto para huir de otra cárcel, no podía ser tratado sin las debidas precauciones. Más grave aún es que alias Matamba había logrado, siendo cabecilla del Clan del Golfo, corromper a oficiales del Ejército, situación que debió conducir a su aislamiento total. ¿Por qué hubo tanta laxitud? Los directivos del Inpec deben responder por ello.
Tomando en cuenta lo recientemente ocurrido con el empresario Carlos Mattos y ahora con Matamba, para solo mencionar los casos más recientes, evidentemente los problemas del Inpec son muy profundos y requieren soluciones de fondo, no meros cambios de funcionarios o medidas temporales. Tampoco podemos olvidarnos de la manera en que huyó Aída Merlano, por ejemplo. Tal vez sea el momento de realizar una reforma profunda en el sistema carcelario del país y cerrar las enormes grietas que permiten que los criminales burlen la justicia y los castigos que se les imponen.
Pese a tantos escándalos en las cárceles, tantas salidas inverosímiles de presos, tantas fugas inexplicables, las decisiones del Gobierno Nacional no pasan de cambiar uno o dos funcionarios de mediano nivel, o de asegurar que se tomarán medidas para superar los problemas que no pasan de ser paños de agua tibia. Evidentemente, es una situación que viene desde hace mucho tiempo, varios gobernantes han pasado por la Casa de Nariño sin que se hayan aplicado los correctivos definitivos.

Hay quienes piensan que se necesita ya la liquidación del Inpec, y que ese es el camino para hallar las soluciones. Puede ser una buena idea pensar en esa posibilidad, sin embargo, antes de dar ese paso habría que diseñar el remedio real al problema, tener lista la estrategia de reemplazo y todos los mecanismos probados que garanticen que no se repetirán las mismas historias que hoy ocurren en el Inpec. Si ese cambio profundo en el sistema penitenciario no está asegurado, la liquidación de la entidad solo será un salto al vacío.