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El Código Nacional de Seguridad y Convivencia Ciudadana establece que la seguridad en escenarios deportivos, como el estadio Palogrande, por ejemplo, son ahora responsabilidad de las empresas organizadoras de los espectáculos. Estas tendrán la obligación de contratar empresas de vigilancia privada para garantizar la seguridad. La Policía se mantendrá por fuera de los escenarios y solo ingresará en casos de fuerza mayor. 
La mala conducta de las barras que acompañan a los equipos regularmente llena de temor a la mayoría de los asistentes a los estadios, quienes temen que sin la Policía en los escenarios el desorden y la violencia pueden incrementarse. No obstante, tiene lógica que sean los organizadores de los espectáculos quienes tengan la responsabilidad de mantener esos lugares en calma, lo cual se logra con un buen trabajo de las empresas que contraten para hacer los necesarios filtros en los ingresos.
La capacitación de las personas que prestan la vigilancia en estos lugares, donde hay aglomeraciones, y donde el riesgo de agresiones entre asistentes es alto, es un asunto esencial. No sería pertinente que personal que no esté entrenado para hacerle frente a un desafío como este sea el que se destine a esta compleja tarea. Hasta ahora, en el Palogrande, la empresa Conexión ha hecho un buen trabajo en el control de ingreso y también en el interior del escenario, aunque a finales del año pasado, cuando se empezó a ensayar este modelo, en un partido del Once Caldas contra Alianza Petrolera, la Policía tuvo que ingresar al estadio a imponer el orden.
El desafío es mayúsculo para todos los estadios del país, aunque sin duda en Manizales no son tan frecuentes estos problemas de enfrentamientos entre barras, si se le compara con lo que ocurre en otras ciudades, donde las barras de los equipos han demostrado ser más violentas. Es lamentable que por estos comportamientos de algunos hinchas se haya perdido el encanto de ir a ver a los equipos en familia, como se hacía antes sin correr riesgos. Hoy la triste realidad es que quien va con el único ánimo de disfrutar del espectáculo se expone a que unos pocos desadaptados le dañen la fiesta.
Da envidia ver los partidos del fútbol internacional, principalmente de Europa (obviamente lo de Querétaro, en México, hace un mes, causa todo lo contrario), en donde pese a las tensiones de los partidos, el comportamiento general de los asistentes es bueno y no hay temor a terminar agredido. Los mismos jugadores y técnicos dan ejemplo de respeto ante la autoridad del árbitro y con ello indican pautas de comportamiento a los aficionados. Aquí nos falta todavía mucho compromiso de todos los actores del fútbol para poder pasar la página de la violencia en los estadios, que ojalá se pueda dar muy pronto.

Ahora bien, la violencia alrededor del fútbol no se da solo en los escenarios. De hecho, casos muy graves ocurren por fuera de ellos, como el pasado lunes cuando el Atlético Bucaramanga visitó al Once Caldas. Cuatro horas antes una riña en las afueras del Palogrande entre barras de los dos equipos dejaron un hincha del Once herido y otros 17 detenidos por la Policía, debido a que portaban armas cortopunzantes, que usaron durante la pelea. Eso es algo que va mucho más allá del cambio en la responsabilidad de la seguridad en los estadios.