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La semana pasada el expresidente Andrés Pastrana Arango manifestó su intención de acudir a la Comisión de la Verdad a contar su versión alrededor del conflicto armado y, de esa manera, contribuir a esclarecer lo ocurrido durante varias décadas de guerra. De los expresidentes vivos ya entregaron su testimonio César Gaviria Trujillo, Ernesto Samper Pizano y Juan Manuel Santos Calderón.

 Con el ofrecimiento de Pastrana, esa instancia creada por el proceso de paz con las Farc podrá reunir elementos valiosos que nos ayuden a los colombianos a entender lo ocurrido y aprender qué errores no volver a cometer para no tener que repetir la historia de violencia. Sería muy valioso que el expresidente Álvaro Uribe Vélez, quien estuvo al frente del Estado del 2002 al 2010, una etapa especialmente compleja de nuestra historia contemporánea, acudiera también a la Comisión de la Verdad para contribuir en esa importante tarea.

 Puede ser cierto que, como lo manifiesta Pastrana en su carta a la Comisión, que algunos pueden tener la intención de acudir a esa instancia a decir solo aquello que les conviene, pero la contrastación de versiones les puede ayudar a los miembros de esa comisión a entender de mejor manera episodios aciagos de nuestra historia. Tampoco podemos olvidar que entre los expresidentes hay puntos de vista bastante diferentes, lo que es apenas natural, pero toda información y opinión es valiosa; lo que resulta inconveniente para el país es el silencio.

 Indudablemente hay ciudadanos que pueden tener una visión más amplia y estructurada de la realidad, y que son testigos de excepción de la historia. Quien ha estado al frente del Estado en algún momento tiene información privilegiada que, pasados los años, sin revanchismo, pero con patriotismo, pueden entregarle al país para ayudar a encontrar un mejor rumbo en el futuro. Mirar el pasado no puede ser una herramienta para alimentar o engendrar nuevos odios, sino para aprender de los errores y ser capaces de trazar un porvenir de fraternidad y convivencia pacífica.

 Los once miembros de esa comisión tienen la responsabilidad de acoger todos esos testimonios y valorarlos en su justa manera, entendiendo que los expresidentes en algún momento de sus vidas pudieron ser también periodistas, víctimas, analistas, diplomáticos o cumplir cualquier otro rol que podría aportar visiones enriquecedoras acerca de lo que ha sido nuestra historia de violencia. Para finales del próximo noviembre debe estar listo el documento final, que seguramente nos aportará muchas luces a los colombianos.

 También hay numerosos personajes de la vida política, social y económica del país que han tenido especial aproximación con el conflicto armado, quienes podrían acercarse de manera voluntaria a la Comisión de la Verdad y aportar sus versiones. El día en que los colombianos podamos hablar sin rencores, pero con franqueza, acerca de lo que ha pasado en el país, y que el sentido de esas reflexiones sea para construir y no para tratar de imponer una sola verdad, podremos afirmar que hemos sanado heridas y estamos listos para tener un gran país en crecimiento, en un ambiente en el que hayamos recuperado la confianza. Ojalá todos podamos contribuir a esa nueva idea de patria.