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La Corte Constitucional estudia la posibilidad de concederles derechos a los animales, para sentar los criterios en torno a esta posibilidad. Para llegar a una conclusión de fondo tomó en consideración el caso del oso de anteojos, Chucho, que estuvo por años al cuidado de Aguas de Manizales y de Corpocaldas en la reserva de Río Blanco. Este animal andino fue enviado al zoológico de Barranquilla, en donde lo reunieron con una osa con el fin de que ambos se acompañaran. Chucho se encontraba solo desde la muerte de su hermana, Clarita. Sin embargo la puesta en marcha de un recurso de hábeas corpus que fue negado abrió el debate sobre hasta dónde puede llegar la concesión de derechos a los animales y en ese debate nos encontramos.
El caso escogido para generar jurisprudencia no es el mejor, pues Chucho es una criatura que ha permanecido toda su vida en cautiverio. Liberarlo es ponerlo en riesgo. Nunca ha habitado en su escenario natural. De esta manera producir resultados que sirvan para otros animales es difícil a partir de esta situación particular. No obstante, puede ser una oportunidad para que la Corte fije límites o establezca criterios que permitan a los jueces tener herramientas, pues en este momento en el que se encuentra la humanidad es muy factible que casos como el de Chucho en el que se intentan promover derechos que hasta ahora solo se aplican a humanos se pueden seguir repitiendo.
La humanización de los animales es una tendencia que existe en el mundo y es una realidad con la que nos vamos a enfrentar cada vez más. No obstante, hemos llegado a condiciones aberrantes en las que los animales son mirados como personas y esa humanización está llevando a extremos en los que en lugar de generarles mejores condiciones se les niega incluso su condición, que es una forma de maltrato.
Respeto es lo que necesitan los animales, que se les trate buscando para ellos calidad de vida. Eso, por ejemplo, es lo que corresponde hacer con Chucho, que ya fue afectado en su naturaleza desde el momento mismo en el que se crió en cautiverio y empezaron a negarle el derecho a vivir en su hábitat. Ahora hay que garantizarle que no sea maltratado, que pueda vivir con comodidad, tranquilidad y con cuidados apropiados para lo que le resta de vida. Hay que recordar que mientras estuvo en cautiverio en Manizales se fugó en varias oportunidades y no sabemos hasta dónde la comunidad pudo estar en riesgo.

Los animales deben merecer todo el respeto de los humanos y para hacerlo lo mínimo es garantizar que puedan permanecer en su hábitat, pero esto en Colombia se torna cada vez más difícil, pues estamos acabando con los bosques. Por eso hay que incentivar acciones como la que autorizó el Concejo de Manizales en días pasados para comprar predios para el Municipio, que garanticen el agua futura, en zonas de páramo. Seguramente esto ayudará a que se extiendan los corredores naturales y biológicos y esa es la mejor manera de proteger las especies, pero no puede ser complicando la justicia ahora en actuaciones para quienes no pueden ser considerados personas.