Fecha Publicación - Hora

El mundo se encuentra bajo crispación social. Los miles de ciudadanos saliendo a las calles a protestar en Francia, Barcelona (España), Chile, Ecuador o Colombia muestran un descontento que se multiplica en razones. A estos temas se suman los graves problemas de pobreza que llevan a otros miles de personas a abandonar sus hogares y a marchar a países más desarrollados con niños o familias completas, con el fin de buscar un refugio a sus angustias económicas. Basta ver las imágenes en los mares Adriático o Mediterráneo o detenerse en los caminantes venezolanos por Suramérica o lo que pasa con los hondureños en la frontera de Guatemala con México.
La 50 versión del Foro Económico Mundial en Davos (Suiza) parece entender este clamor -ojalá sea así-. Se fijó como meta entender las distorsiones del capitalismo que han provocado que la riqueza se concentre en unas cuantas manos y que no logre distribuirse entre toda la población, asunto que han denunciado sistemáticamente economistas de la talla de Joseph Stiglitz. Los retos son el relevo de la mano de obra por la inteligencia artificial, el hecho de que después de varios años hayan aumentado en seis millones los pobres en Latinoamérica, la imposibilidad para que los países en desarrollo puedan dar el paso a lograr mayores resultados económicos, el temor de los jóvenes no solo por su pensión, sino por la de sus padres; la corrupción inatajable y el cierre de fronteras para los migrantes. No son asuntos menores.
El propio papa Francisco ha tenido el asunto de la distribución de la riqueza en el centro de su discurso e invita a poner a los pobres en el foco de la atención. Es un tema de justicia social y de entender que de nada sirve que los resultados macroeconómicos se vean muy bien, si los números no impactan en el lugar que deben, en corregir ese desbalance terrible que viven nuestras sociedades. Entre los temas que plantea Davos está el que las grandes empresas no olviden que tienen una función social y deben irrigar riqueza, que se trata de una posibilidad para que sus lugares de asentamiento puedan ayudar a mejorar precisamente esas distorsiones del capitalismo; también invita a que se combata de manera decidida la corrupción, a evitar la evasión o elusión del pago de impuestos y muestra una preocupación por el medio ambiente y sobre todo por la emisión de CO2.

Lo que está en juego es un cambio de paradigma del modelo dominante mundial, un modelo que de hecho ha puesto la renta por encima de los mínimos éticos: hoy se transa con países que siguen violando los derechos humanos, con empresas que se resisten a retribuir en lo mínimo como el pago de impuestos y de salarios justos o que acaban con el medioambiente. Por este motivo, es crítico lo que se debate en Davos. Ojalá deje resultados concretos. Colombia tuvo el suyo, será la sede del capítulo Latinoamérica del Foro el próximo año. Esperemos que llegue también con decisiones para mejorar el mundo, lo que solo es posible con un buen manejo de la economía.