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El Cambio Climático y sus nefastas consecuencias han sido durante una semana temas de discusión de numerosos jefes de Estado y de Gobierno que han participado de la cumbre de las Naciones Unidas sobre el clima, en Glasgow (Escocia), en el Reino Unido, conocida como la COP26. Esta gran reunión, que se extenderá hasta el 12 de noviembre, es considerada la “mejor última oportunidad” de limitar el calentamiento global y corregir el camino equivocado que se ha tomado en materia ambiental.
En ese sentido se requieren medidas urgentes, especialmente de las naciones más poderosas del mundo, para que cumplan los compromisos asumidos en el llamado Acuerdo de París, del 2015, cuando hubo se habló de limitar a 1,5 grados Celcius el incremento de la temperatura del planeta. Ante la evidencia del incumplimiento, que se ha expresado en cada vez más frecuentes fenómenos meteorológicos extremos, como tormentas tropicales, huracanes, inundaciones e incendios forestales, esta vez hay nuevas promesas que ojalá sean asumidas de manera responsable.
La principal decisión tomada en Glasgow es acelerar la transición hacia las energías limpias y poner fin a la financiación de los combustibles fósiles, especialmente el carbón. No es un paso sencillo, cuando la mayor parte de la industria del mundo depende de estas fuentes de energía y aún no están consolidadas las energías alternativas que podrían sustituirlas. Para países, como Colombia, que no es una gran potencia, pero sí es gran productora de estos combustibles es una decisión compleja, que debería ser apoyada por las naciones ricas con respaldo económico concreto.
En este marco, es lamentable que países como Estados Unidos e India no firmen esta declaración, y peor aún es que China y Rusia ni siquiera se hayan hecho presentes en la cumbre climática, lo cual habla acerca de la poca voluntad política para avanzar en esta lucha global. Ahora bien, desde el punto de vista económico, cada vez es más caro quemar carbón que desplegar fuentes de energía renovable, por lo que los inversionistas del sector tienen la inclinación a ir avanzando en una dirección distinta a la tradicional.
Lo cierto del caso es que, como resultado de la COP26 son ya un total de 165 países, ciudades, regiones y entidades que apoyan la transición, la cual deberá acelerarse durante las dos próximas décadas. De esta manera, al menos, la temperatura del planeta subiría por debajo de los 2 grados con respecto a los niveles preindustriales. No se llegaría a la meta establecida en París, pero permitiría no llegar a situaciones catastróficas irreversibles. Lo fundamental es que las determinaciones más profundas se adopten pronto para que el problema no tome más ventaja.

Si tomamos como referencia lo ocurrido hasta ahora con los compromisos para limitar el cambio climático, no podemos ser muy optimistas, pero lo peor sería llenarnos de pesimismo y resignación. En lo que resta de la cumbre es fundamental que se tracen acciones concretas a las promesas de los discursos presidenciales y, seguir trabajando para avanzar más rápido en las soluciones. En el caso de Colombia, por ejemplo, hay que hacer mayores esfuerzos para frenar la deforestación en la Amazonia y, por el contrario, ser más eficientes en los planes de reforestar el país.