Estudiantes universitarios protestan en el país, entre muchas otras razones, contra los excesos del Escuadrón Móvil Antidisturbios de la Policía, pero en esta actuación varios asistentes se salen de control y cometen actos vandálicos y en algunos casos violentos, que obligan a la presencia de la autoridad, a través del organismo que los otros piden erradicar. En ese círculo vicioso se mantiene la protesta pública en nuestro país, sin que se hallen soluciones.
Las protestas de esta semana buscaban además recordar la importancia de que se cumplan los acuerdos a los que se comprometió el Gobierno Nacional con la educación superior, tras el paro conjurado en diciembre del año pasado. Buscaban los reclamantes que hubiera un mayor presupuesto para las universidades públicas y más apoyo a los estudiantes. Cuestionan que no se hayan cumplido las promesas, aunque el Gobierno insiste en que ya empezó a responder con lo prometido y que es un proceso que se sigue surtiendo.
Esta parece una escena de nunca acabar. Así como se reclaman más dineros para la universidad pública, también debería hacerse un mayor control de los recursos que se invierten en estas instituciones, para que no sucedan cosas como las ocurridas en la Universidad Distrital, en donde directivas cometieron todo tipo de excesos con los dineros públicos. Una universidad más transparente en sus gastos, con mayor participación de toda la comunidad, también mejorará sus procesos y hará mejor uso de sus presupuestos.
Es lamentable que a estas alturas, con tantos años de experiencia, las marchas de protesta sigan terminando en actos de violencia. Los líderes se comportan incapaces de controlar a las tales minorías que arrasan con todo y ya debería haber solución a esto. Que se señale a los responsables, que se les haga a un lado, que dejen de darles argumentos a quienes andan promoviendo que se restrinja la protesta social. ¿Por qué razón se debe permitir que acaben con el mobiliario público, qué sentido tiene pintar las fachadas de las universidades o de casas de particulares, cuál es la justificación para intimidar con papas explosivas o romper vidrios? Estas preguntas se responden solas: no tienen justificación.
De otra parte, no tiene sentido que a la menor provocación la Fuerza Pública la emprenda con violencia. Los ejemplos de sus excesos se riegan por el país. La retención esta semana de algunos alumnos que andaban en la marcha en Manizales, a los que debieron dejar libres de inmediato, demuestra que no había lugar a esa actitud, que no había pruebas para acusarlos. Y ni hablar del Esmad que cada vez más da razones a quienes consideran que es un cuerpo entrenado para cometer excesos en el uso de la fuerza.
Cuándo será que nuestro país logra encontrar los cauces del diálogo, del respeto, del orden. Hacer las protestas pacíficas tiene mucho más impacto positivo en la opinión pública que cuando se desmadran. Imponer el orden con razones y huir a la violencia legitima mucho más a la autoridad. Este razonamiento que parece tan sencillo, las partes no lo quieren entender y terminamos en dos bandos alejados como enemigos, cuando al final todos formamos parte de quienes queremos una educación mejor para Colombia. Deberíamos empezar por mostrar una mejor actitud frente al otro, respetarlo y tratar de ponerse en sus zapatos. Qué bueno fuera que lográramos ese nivel de civilidad, pero parece que estamos lejos.
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