Mañana entra en acción el acuerdo entre la Unión Europea y el Reino Unido que concreta el Brexit o divorcio en esa región de Europa, votado favorablemente por la mayoría de los ingleses en el 2016. Después de muchas ambivalencias en el Parlamento Británico y de rechazos por los 27 miembros de la eurozona durante tres años, finalmente se concertó la salida al filo de cumplirse hoy el último plazo. De todos modos, su aplicación será provisional y así permanecerá hasta marzo próximo, cuando la Eurocámara debe ratificar o rechazar todo lo acordado.
Tras 47 años de unión, todo indica que la relación de ahora en adelante tendrá cambios profundos, aunque quedan varios pendientes. Si se le dio vía libre a este tratado, en un acto inusitado, fue porque se quiso evitar el impacto demasiado negativo para ciudadanos y negocios de un Brexit sin acuerdo, pero podría ser un mal ejemplo frente a lo que pase en el futuro con otros países que quieran irse de la Unión Europea. Hay que recordar que durante el 2020 se dio una transición que implicó acceso del Reino Unido al mercado único y a la unión aduanera, pero eso cambiará desde ahora.
Si bien todavía no se aplican aranceles ni cuotas, sí habrá desde mañana controles a los productos que ingresan a Europa y se les exigirá visa a los británicos que viajen por ese continente. Los servicios financieros británicos quedaron excluidos del acuerdo comercial, lo que supone un impacto económico que podría ser desfavorable para el Reino Unido. Tampoco hay acuerdo frente a Gibraltar, territorio británico en el sur de España, lo que supone un conflicto con solución incierta. Otro sector que podría perjudicarse es el pesquero, que hasta último minuto se opuso al pacto. Lo cierto es que numerosas industrias británicas tendrán ahora ingentes barreras, que afectarían el PIB de ese país.
Hoy en el Reino Unido parece haber conciencia de su equivocación con el Brexit, pero también saben que es la única salida digna. Incluso, en el mismo Parlamento Británico muchos aceptan que lo planteado por Theresa May, quien debió salir por la puerta de atrás ante la ausencia de respaldo legislativo, era mejor que el logrado por el actual primer ministro, Boris Johnson, quien pese a todo presenta el acuerdo como un triunfo. La verdad es que tras cuatro años y medio de pesadillas, se logró un despertar sin mayores sobresaltos, y por lo pronto, se evitó que las empresas de la Gran Bretaña se enfrenten a aranceles con sanciones y una separación caótica de su mayor socio comercial.
De todos modos, se está demostrando que las promesas de autonomía y beneficios con las que los ingleses salieron a votar el Brexit en el 2016 fueron solo engaños que les saldrán costosos. Para el bien de la economía del mundo, ojalá se encuentren en el futuro fórmulas de entendimiento que resulten positivas, y que este no sea el comienzo de nuevos problemas en Europa que ocasionen más dificultades a todos.