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El Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) realizó en el 2018, como parte del Censo del 2018, realizó un trabajo detallado acerca de la población de la calle, que fue actualizado el año pasado, y que en el caso de Manizales, permite aproximarse a una realidad que todavía no ha sido enfrentada con la determinación que se necesita. Como era de esperarse, el informe señala que el material de reciclaje, la limpieza de vidrios, la vigilancia de vehículos en las calles y la mendicidad son las actividades con las que logran obtener ingresos de subsistencia.

El trabajo del DANE que deja claro que en la capital caldense que, al corte del 2021, había 635 habitantes de la calle, muestra una completa radiografía de esta realidad, que aporta elementos suficientes que permitirían elaborar y ejecutar una política pública que ayude a que estas personas mejoren su calidad de vida. Este estudio evidencia que la gran mayoría de estas personas en condición de indigencia, el 81%, llevan más de 5 años en las calles, sin que se les ofrezcan alternativas efectivas y constantes que les permitan alejarse de su condición actual.

Desde la Unidad de Protección a la Vida (UPV) se afirma que en el 2021 se logró que 72 habitantes de calle que reciben apoyo de hogares y fundaciones se desintoxicaran y regresaran a un cauce de sus vidas hacia la normalidad, y que 42 regresaran a sus casas familiares con procesos de desintoxicación y apoyo psicológico. Al lado de lo que pueda hacer el Estado por estas personas, es clave lo ejecutado por cerca de 8 fundaciones con y sin ánimo de lucro que enfrentan esta problemática en la capital caldense.

Hay datos llamativos entre los indigentes manizaleños, como que el 85,3% sabe leer y escribir, el 89,9% son hombres, la mayoría tienen entre 25 y 44 años de edad y cerca del 20% terminaron su secundaria técnica o académica, y que incluso el 2,9% tiene educación superior. Hay una constante en numerosos de estos casos y corresponde a los conflictos en los hogares, la desunión entre sus miembros y la pobreza de sus familias, que primero facilitaron su ingreso al consumo de las drogas y luego a la vida a la deriva en las calles.

Todos se refieren a una vida llena de amargura que los condujo a su condición actual, aún más triste. En el 42,9% de los casos el consumo de drogas habría sido determinante para su dura realidad actual, y en el 25,5% de los casos la dificultades en las familias fueron claves para tomar el camino de irse a la calle sin rumbo definido. Hoy el 65,3% admite su adicción a las drogas, especialmente al bazuco, el cigarrillo y la marihuana. También es complejo que la gran mayoría a los que se les ofrecen alternativas de salida de esta situación, el 68,8% asegura que temen ingresar a esos programas por el abuso policial al que están expuestos. Es un punto que también debe ser analizado.

En el fondo de esta difícil situación para estas personas hay profundos problemas sociales que terminan haciendo estallar a miles de familias de manera permanente y haciendo que muchas personas terminen en las calles en condiciones precarias de vida. También es fundamental que entendamos cada vez de manera más clara que las limosnas a estas personas en lugar de ayudar a solucionar, profundiza los problemas padecidos por esta población.