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Resulta paradójico y muy perjudicial que cuando los precios del café colombiano, por fin, están en buenos niveles en el mercado internacional (2 dólares la libra, con prima), y con una compensación excelente en el interno (hasta $1 millón 470 mil la carga de 125 kilos), la posibilidad de llevar el grano al exterior y cumplir los compromisos con los compradores no se estén concretando, ante las dificultades para mover la producción hacia el puerto de Buenaventura, de donde sale la mayor cantidad de nuestro café.

En medio de las enormes dificultades económicas que hemos tenido en el país en los últimos 14 meses, por cuenta de la pandemia de covid-19, al sector cafetero en general le ha ido bien, y eso ha permitido que las cerca de 540 mil familias cafeteras no sufran con tanto rigor las dificultades que les ha tocado a muchos otros colombianos vinculados a otros sectores, que han sufrido con mayor fuerza las restricciones que se han implementado para tratar de restarle velocidad a la emergencia sanitaria.

El paro nacional, que completa ya mes y medio, pero especialmente los bloqueos en las vías del Valle del Cauca, han impedido que se concreten los compromisos de venta del grano hacia mercados de Asia y Estados Unidos, sobre todo.  

De hecho, de 1 millón 100 mil sacos que debieron salir de Colombia durante mayo solo pudieron hacerlo 400 mil, lo que generó incumplimientos que resultan costosos no solo por lo que se dejó de vender en esta ocasión, sino porque hay el riesgo de que esos clientes migren de manera definitiva hacia otros países productores. De hecho, en esta coyuntura, muchos optaron por cafés centroamericanos para sus mezclas, a precios inclusive más bajos, lo que podría tener efectos muy negativos para Colombia en el futuro.
Otro punto crítico es que el poco café que pudo exportarse tuvo que pagar fletes con sobrecostos de hasta el 53%, con lo cual buena parte de las utilidades se diluyeron.

Además, al tener que salir la producción en buena medida desde el Caribe, teniendo que usar el canal de Panamá para llevar el grano por el Pacífico, se ha encarecido toda la operación logística, haciendo poco competitiva y rentable la exportación cafetera.

La importación de fertilizantes y otros insumos necesarios para la caficultura también se ha encarecido demasiado, con pésimas consecuencias para la industria. Además, no se encuentra en el mercado la cantidad que se necesita de estos productos, lo que podría afectar la cosecha grande del segundo semestre del año, al no poder abonar los cafetales a tiempo y en las cantidades que se requiere para lograr resultados óptimos. Es fundamental que se pueda recuperar la normalidad en el tránsito de carga en el país, para cumplir bien esa tarea y normalizar los envíos del grano.

Terminar el paro y avanzar en negociar las soluciones es una prioridad para el país, no solo para los cafeteros. Dejar pasar el tiempo sin encontrar las respuestas que se necesitan podría ocasionar que los perjuicios se extiendan de manera absurda. Ya en mayo, por ejemplo, vimos cómo la inflación se disparó, lo que impacta negativamente el bolsillo de todos.