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Hace dos semanas vimos en Manizales algunos plantones de personas que, vestidas de blanco, expresaron su deseo de que durante las protestas y al final de ellas no se tengan episodios de violencia. En Manzanares (Caldas), también hace cerca de dos semanas, un grupo de jóvenes madrugó un día a limpiar la plaza principal, luego de que el día anterior otras personas se encargaron de dañar parte del mobiliario y de manchar con pintura varias de las estructuras de ese lugar público.
 Esas son expresiones de quienes tiene amor por lo propio y por lo de todos, y que no están de acuerdo con la destrucción de los bienes públicos ni con la violencia surgida en varias de las protestas que se vienen haciendo en el país en el último mes. En ese mismo grupo de expresiones están quienes han conseguido pintura y en grupo se han ido a recuperar los muros y paredes que desadaptados se han dedicado a rayar sin ninguna estética, y solo con el ánimo de generar desorden.
 También hemos visto marchas pacíficas para reclamar que cesen los comportamientos violentos y los bloqueos de vías, que causan tanto daño a todos los ciudadanos. Igualmente, protestas con comparsas y actividades culturales que han hecho inclusive alegre la jornada. En Cali vimos el martes la llamada marcha del silencio con la que miles de habitantes de esa ciudad, con banderas de Colombia, clamaron porque regrese la tranquilidad y se puedan reanudar las actividades de reactivación económica que se han visto truncadas por el paro y sus distintas expresiones.
 Sin duda que gran parte de las exigencias que hacen quienes salen a marchar contra el gobierno del presidente Iván Duque y varias de sus políticas y decisiones tienen justificación, y es válido que la protesta social sea respetada. De hecho, muchos de los que se manifiestan ahora para que cese la violencia comparten esos reclamos, y esa es una legitimidad que no puede ponerse en duda si se hace de manera pacífica y sin agredir los derechos de los demás ciudadanos. Los reclamos por la brutalidad policial que se ha dado, infortunadamente, también pueden hacerse de manera pacífica y sin provocar nuevos choques que traerían más dolor y muerte al país.
 De la misma manera es necesario que los políticos se alejen de las expresiones libres de los ciudadanos en las calles, porque son ellos los que se encargan de polarizar las posiciones y de abonar el terreno para las confrontaciones. Hay que valorar el ánimo de las personas a participar de toda clase de expresiones políticas, pues eso es justamente una marcha ciudadana que reclame por algo que debe cambiar, pero no es pertinente que ninguna de estas movilizaciones sea alentadas por quienes solo buscan echar más fuego a la hoguera, así afirmen que su intención es pacífica.
Lo fundamental ahora es que todos tomemos conciencia de la necesidad urgente y prioritaria de expresar el rechazo ciudadano a cualquier forma de violencia, y a exigir que todo conflicto y desacuerdo se tramite por medios que no impliquen agresividad de ninguna clase, ni violaciones a los derechos fundamentales de nadie.