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Desde el comienzo de la actual legislatura teníamos claro que no sería fácil que el funcionamiento del Congreso de la República garantizara que las leyes y reformas que el país necesita con urgencia tuvieran la discusión seria y los resultados que Colombia espera, para superar la frustración de cambios que se queman en la puerta del horno.
 El hecho de que el presidente de esa corporación, el senador Arturo Char, pudiera verse afectado por una reforma a la política que necesariamente remite a los casos de la exsenadora Aída Merlano y la Ñeñepolítica, daba casi por seguro que tal intención nacería, prácticamente, muerta. El miércoles vimos el naufragio en la plenaria de la Cámara de Representantes del proyecto que, entre otras, pretendía avanzar en la paridad de género en el propio Congreso de la República.
 Una votación de 91 a 58 acabó con la posibilidad de avanzar en dicha materia. La realidad hoy en el país es que las mujeres son solo el 18% en la Cámara y 21% en el Senado. Ni qué decir de los concejos, las asambleas, las gobernaciones y las alcaldías. 
 La sociedad colombiana no debe dejar de considerar una prioridad que haya una depuración importante en la política, en la que la financiación de las campañas tenga una transformación que impida la repetición de tristes episodios de dineros mafiosos en campañas políticas o prácticas delictivas de compra de votos para tratar de asegurar posiciones de poder. Habrá que seguir insistiendo en que se tramite la solución a esos problemas que se han debido corregir hace mucho tiempo.
 Varias veces se ha intentado, así mismo, establecer las listas cerradas por partido para cargos de elección popular en cuerpos colegiados y evitar la proliferación del voto preferente, en el que el factor económico determina quiénes llegan al capitolio, así como a otras instancias de la democracia, como las asambleas departamentales y concejos municipales. Se confirma una vez más que el Congreso de la República es una corporación que se niega a autorreformarse,  seguramente porque con el esquema actual sienten que pueden perpetuar las malas costumbres.
 Cuando hace un mes la Comisión Primera de la Cámara aprobó la propuesta en la que se incluían asuntos esenciales para lucha contra la corrupción en la política y hacerla mucho más democrática, algunos sectores vieron con esperanza que podrían venir cambios clave que conducirían a la depuración, pero hoy queda claro que los intereses mezquinos del clientelismo y de la manipulación de electores están por encima de la evidencia que nos dejan casos como los de Merlano y Ñeñe.

 Hay demasiada retórica en los partidos acerca del supuesto acompañamiento a la necesidad de reformas en la política, cuando se dejan a la deriva las intenciones de cambio. Los colombianos deberíamos tomar atenta nota de quiénes son los opositores de oficio a las transformaciones que se necesitan para, cuando llegue el momento, castigarlos en las urnas.