Fecha Publicación - Hora

Si los líderes de las desmovilizadas Farc quieren que el pueblo colombiano los escuche y les crea su arrepentimiento tienen que apartarse del discurso meramente político y hablar desde el corazón, como lo hizo la excandidata presidencial Ingrid Betancourt, frente a sus victimarios, en una reunión organizada por la Comisión de la Verdad. Es muy válido el reproche en ese sentido hecho por quien, pese al calvario que vivió durante 6 años y medio de cautiverio, tuvo el coraje y la valentía de asistir al cara a cara con los autores de ese crimen atroz en su contra.

 Su alusión a que la guerra es un fracaso, y su aspiración a que “nunca más en Colombia una idea valga más que una vida” debería calarnos hondo, para insistir en la búsqueda de la paz, en la que habrá que hacer enormes sacrificios, sin duda, pero permitirá tener un mejor país en el futuro. Por eso duele que la violencia y sus remanentes se sigan imponiendo y que no se privilegien los caminos del diálogo para hallar las soluciones que se necesitan. Sin embargo, sanar heridas y rehumanizar a quienes fueron victimarios son procesos complejos muy difíciles de concretar.

 De hecho, tiene mucho fondo la expresión de sorpresa de Ingrid Betancourt al evidenciar que todos los que llamó “compañeros de dolor”, que sufrieron también el secuestro, hayan llorado al hablar de sus amargas experiencias, y que los victimarios hayan mantenido esa coraza que les impide manifestarse desde el corazón, y si bien han aceptado sus graves equivocaciones en el conflicto, les falta hablar sinceramente acerca de su actuar inhumano. Para los líderes de las desaparecidas Farc este es un fuerte llamado a que se miren internamente y se avergüencen de verdad de todo lo malo que hicieron.

 También son coherentes y contundentes sus palabras acerca de muchos de los jóvenes que protestan en las calles, de quienes afirmó: “tienen hambre, porque no tienen trabajo, porque siendo pobres los asemejan a terroristas, a combatientes de las Farc”. Esa es una buena descripción de la gran mayoría, aunque hay unos pocos que se encargan de hacer el desorden y causar daños en bienes públicos y privados, y con ello le restan legitimidad a los justos reclamos que se formulan. De todos modos, a la luz de los conceptos de Betancourt, en ningún sentido, sea en la protesta o en el control de la misma, el fin no justifica los medios.

 Aunque las palabras del máximo líder del ahora llamado partido Comunes, Rodrigo Londoño, antes Timochenko, hablan de su arrepentimiento por sus crímenes en medio de la guerra, hay la sensación de que aún no son suficientes para poder avanzar en el camino de la reconciliación. De hecho, hay un enorme vacío alrededor de la reparación que las Farc les deben a las víctimas, porque los recursos entregados al Estado no son suficientes para cubrir, al menos en parte, sus abominables acciones. Faltan muchas más expresiones concretas de compromiso para ayudar a sanar heridas tan profundas.